26. Eres el primer hombre que he amado

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Beatrice:

Casarme con Luciano.

Esto ya se salió de control.

De por si casarme jamás estuvo en mis planes de vida, ni enamorarme, se lo que conlleva tomar esa decisión para alguien de mi mundo.

Pero luego llego Adrianno y derrumbo por completo mis planes al introducirlo en mi vida, fue mi debilidad y ya era demasiado tarde para alejarlo, lo amaba, lo amaba tanto que estaba dispuesta a dejar esta vida en la que crecí.

Salí embarazada y fue el comienzo del fin, pero debo decir que si en ese momento me hubiera pedido matrimonio, como una adolescente enamorada habría dicho que sí.

Pero ahora.

Ahora lo único que deseo en mi vida es protegerlos, es todo.

No me interesa una boda, esas cosas no son para mí, ahora lo entiendo. Jamás podre ser eso que deseaba ser al lado de Adrianno.

Solo soy Beatrice Sorrentino.

—Te ves preciosa.—Me dice Adrianno.

Observo mi rostro en el espejo.

El peinado es simple y me sorprende que el vestido blanco me quede aunque este embarazada, analizo mi rostro en la imagen que proyecta el espejo, no tengo una sonrisa en la cara.

Esto no es lo que deseo, para nada lo que deseo.

Bajo el ramo de mis manos.

—¿Beatrice , que estás haciendo?

Me quito el velo y lo dejo caer sobre el suelo, rápidamente deshago el peinado mientras me acerco al padre de mi hijo.

No voy a rendirme sin luchar.

No es la clase de mujer que quiero ser por nuestro hijo.

—Tenemos que irnos.

El terror invade los ojos de Adrianno.

—Beatrice, no pode.

—¡Abre los malditos ojos, Adrianno!.—Le grito.—¡Deja de ser un cobarde y huye conmigo!

Mis palabras le afectan de cierto modo, pero él no se mueve.

Siento mi pecho apretarse.

—Eres el primer hombre que he amado.

Adrianno me observa confundido.

—¿Por qué hablas en pasado, Beatrice?

El corazón se me acelera y decido ignorar esa pregunta.

—Y ahora no te reconozco.—Sigo.—Pero no puedo rendirme, no por ti y no por nuestro hijo.

—Beatrice.

—Así que si no vienes conmigo, me iré yo sola.

Sus ojos se abren y siento miedo de la opción que vaya a elegir.

—Me iré, Adrianno, me iré sin mirar atrás.

Lo observo tragar, su mandibula se aprieta.

—Entiendo.—Digo decepcionada.

Retrocedo y me dirijo hacia la puerta.

—Beatrice..

Su voz me detiene.

—Me iré contigo.

Mi corazón se acelera lleno de felicidad de saber que mi hijo no tendrá que crecer sin un padre, voy hacia él y lo rodeo con los brazos, los de Adrianno me aprietan respondiéndome.

Siento su cuerpo temblar un poco, tiene miedo y es normal, hasta yo siendo la mujer que soy tengo miedo de como resultaran las cosas.

—Vamonos.—Le digo y tomo su mano.

Nos miramos a los ojos, lo llevo conmigo y logro salir de la habitación, no nos tienen vigilados, no así, pero sé que en cualquier momento un hombre va a aparecer.

Y lo hace.

—Regrese a su habitación, Beatrice, Adrianno.

Ambos permanecemos en silencio.

—¿No oye?.—Apunta acercándose a nosotros.—¡Regresen a su maldita habitación!

Va a disparar y Adrianno me cubre con su cuerpo.

Oigo el disparo.

Un solo disparo.

Y luego un cuerpo cae contra el pavimento.

Todavía tengo los brazos de Adrianno rodeándome y cuando nos apartamos levanto la mirada.

Angelo...

—Beatrice...

Él está..

Está vivo.

La vista me arde y siento tanto alivio en mi pecho, la conmoción golpea mi cuerpo y antes de darme cuenta estoy yendo hacia el para comprobar si está bien.

—Beatrice.

Le cojo el rostro.

—¿Estas bien?

Asiento con la cabeza.

Realmente está vivo.

Está vivo, igual que Adrianno.

Angelo observa el cuerpo del ahora difunto y al levantar la mirada se queda en shock, observa al padre de mi hijo con los ojos muy abiertos.

—¿Qué demonios?

Nacidos en la Mafia (#6 Hijos de la Mafia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora