13. Cuando te dé la gana, aceptas que te has enamorado

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KYLE


Mis dedos se deslizaban por las teclas del piano. No había dejado de tocar desde que lo habían traído. Sonaba increíblemente bien, era cómodo y, tal y como me había dicho Henry, hasta parecía inspirarme más, aunque sabía de sobra que esto último se debía a una total sugestión por mi parte. Toqué unos últimos acordes e hice un par de anotaciones en mi libreta negra.

—«Por qué no consigo sacarte de mi cabeza, / por qué desear tenerte es mi única...».

Volví a tocar, repitiendo de nuevo lo que intentaba que se convirtiera en un estribillo. Probé a cantarlo, pero terminaba atascándome con la última palabra.

—¿Pereza? ¿Cereza? ¿Destreza? Joder... Me duele la cabeza —gruñí empezando de nuevo.

Volví a presionar las teclas, con la esperanza de que la suave intro de la canción me ayudara a centrarme de nuevo. Tarareé hasta que llegó la parte que quería terminar.

—«Por qué desear tenerte es mi única...» —volví a intentarlo, inútilmente—. «Por qué desear tenerte es mi única...».

—Certeza. —Me giré hacia la puerta cuando escuché a Dallas darle sentido al estribillo de la canción en la que llevaba trabajando toda la semana.

—¿Cuánto tiempo llevas en la puerta, Conway? —le pregunté sintiéndome ligeramente violento. De todas maneras, anoté la palabra porque era lo que estaba buscando—. Se suponía que estabais fuera. Los tres.

—Britt me ha dado plantón —comentó entrando y sentándose en el sofá con toda la tranquilidad del mundo—. Oye, ¿por qué no nos habías dicho que estabas trabajando en algo?

—Porque no encaja con Seven Days.

Cruzó una de sus piernas, apoyando el tobillo sobre su rodilla derecha. Llevaba puestos unos pantalones bastante horteras y una sudadera de los Atlanta Braves, su equipo de béisbol favorito.

—¿Porque no es depresiva y no dan ganas de cortarse las venas, tal y como sueles decir? —comentó burlón.

Mientras hablaba, sostenía entre sus manos un cubo de Rubik y lo giraba con destreza y rapidez. En menos de un minuto, lo tenía hecho. Luego, sin embargo, lo deshizo y empezó de nuevo. Me pasé las manos por la cara mientras soltaba un bufido.

—Toma —dijo lanzándome el cubo—. Prueba un rato. Lo mismo te relaja.

Conseguí atraparlo al vuelo. Dallas se puso en pie y me hizo un gesto con la mano para que me levantara de la banqueta. Se sentó él en mi lugar, observó la partitura que tenía delante y empezó a tocar. La canción no estaba terminada, le faltaban varios retoques y cambiar un par de acordes, así que no abrí la boca cuando vi que Dallas cogía un lápiz y anotaba unos cuantos cambios.

—¿Por qué no haces esto más lento? —me sugirió señalando una parte de la partitura—. Va todo demasiado rápido, como si quisieras quitarte de encima la canción.

—Es que quiero quitármela de encima —declaré.

Dallas me miró con los ojos entrecerrados.

—¿Quieres quitarte de encima la canción o a la chica? —preguntó—. «Intento controlarme cuando te tengo delante, / si te digo la verdad tan solo quiero alejarte».

—¿Quieres no leerla en voz alta?

—¿Por qué? La letra es muy buena.

—La letra es una mierda vomitiva y patética, Conway, déjate de tonterías —murmuré mientras giraba el estúpido cubo de Rubik y me ponía de los nervios. Llegado un momento, estuve a punto de estamparlo contra el suelo—. No sé cómo cojones puedes relajarte con esto, a mí me están dando taquicardias.

Seven Days ✔️ [Seven Days #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora