33. Olivia se convirtió en el título de una de mis canciones

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KYLE


Lo primero que hice nada más despertarme fue vomitar. Ni siquiera sé cómo logré llegar al cuarto de baño, y tampoco sé en qué momento apareció mi hermano o si ya estaba en la habitación y yo no lo había visto.

—Kyle, tenemos que hablar —lo escuché decir al otro lado de la puerta.

Una arcada me sacudió. Me ardía la garganta, me temblaba el cuerpo y notaba las extremidades pesadas y entumecidas. Pero James Donovan quería hablar. Volví a vomitar, apoyando las manos contra la taza del váter.

—¿Tenemos que hacerlo mientras me muero o puedes esperar diez minutos? —logré contestar al cabo del rato.

Escuché sus pasos alejarse y, como si el karma existiera y hablar mal a tu hermano mayor fuera un delito para el universo, volví a vomitar de nuevo, teniendo la sensación de que ya no me quedaba nada en el cuerpo, salvo agua y alcohol. Cuando terminé, tiré de la cadena, bajé la tapa del váter y cerré la puerta con brusquedad.

Me lavé los dientes en un vano intento de que la boca dejara de saberme a mierda y me metí a la ducha. Me dolía hasta la piel. Me di cuenta mientras me enjabonaba el cuerpo y me secaba con la toalla. Cuando me miré al espejo, por primera vez en toda mi vida, no me reconocí. No fue por el mal aspecto en general o por las ojeras que tenía, sino por otra cosa. Fue porque, cuando me miré a mí mismo a los ojos, no vi absolutamente nada. Tenía ante a mí a un chico de veintidós años que lo tenía todo, pero lo cierto era que, por dentro, me sentía completamente vacío. Y eso era lo que de verdad importaba.

—Kyle, hablo en serio, tenemos que hablar —insistió James desde fuera.

Salí con la toalla atada a la cintura y, cuando eché un vistazo por la habitación, vi que no había ni rastro de Olivia. No pude evitar sentir que el vacío en mi pecho se incrementaba más todavía.

—No busques a la rubia. No está aquí.

Me giré hacia James, tragué saliva y formulé en voz alta la pregunta que llevaba semanas haciéndome.

—¿Se ha ido ya?

—Si por «se ha ido ya» te refieres a «si te ha dejado ya», no. Y, sinceramente, no entiendo por qué. Yo soy tu hermano mayor y, si pudiera largarme, lo habría hecho hace mucho.

No dije nada. Era más que consciente de que James hablaba completamente en serio. Seven Days, que empezó como una oportunidad para unirnos y compartir nuestra pasión por la música, se había convertido en una cárcel. Y los cuatro teníamos celdas propias y, por mi culpa, ahora también tenía una Olivia. Cogí el teléfono de mi mesita para ver si me había dejado algún mensaje o tenía alguna llamada perdida, pero no había absolutamente nada. Y eso fue lo que, en el fondo, más me dolió.

—¿Dónde está?

—¿En serio, Kyle? ¿Son las seis de la tarde y tu única preocupación es saber dónde está tu novia?

Cuando miré la hora en el móvil y vi que me había pasado más de medio día durmiendo, supe que había vuelto a cagarla. Bloqueé el teléfono, lo dejé de nuevo sobre la mesita y me pasé una mano por el cuello, tratando de aliviar la tensión y el dolor que sentía en la zona de la nuca y los hombros y que ni siquiera el agua caliente había logrado disminuir.

—Dime dónde está Olivia y después hablamos de lo que te dé la gana —insistí agotado.

Mi hermano soltó un suspiro, se sentó en la banqueta del piano de Liv y acarició la madera con aire distraído.

Seven Days ✔️ [Seven Days #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora