24. Yo seré un mentiroso, pero tú, Olivia West, eres una cobarde

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KYLE


Me encantaba el culo de Olivia y, mientras la miraba secar el suelo de rodillas, pensé que me moría por darle un azote. Fue un pensamiento completamente involuntario, a mí no me iban ese tipo de cosas. De nosotros cuatro, el rarito en lo que al sexo se refería era Dallas. Y nos enteramos gracias al metomentodo de Cole, quien encontró un kit completo de BDSM en el cuarto de Conway. La coña en lo que a ese tema respecta nos duraba hasta el día de hoy. Agité la cabeza cuando me di cuenta de que estaba pensando en las preferencias sexuales del bajista de mi grupo en vez de aceptar que me moría por follarme a la chica que tenía a menos de dos metros.

—Voy a coger una maldita pulmonía por tu culpa —gruñó Olivia mientras se levantaba para apartar la fregona.

No pude dejar de mirarle el culo cuando se puso de pie. Llevaba unos pantalones de deporte, de color azul celeste, ceñidos y completamente empapados. Se hizo hacia adelante para coger el cubo y moverlo hacia la izquierda. Luego se acuclilló frente al mueble para secar las puertas de la parte de abajo. Mientras se agachaba, con las piernas abiertas y su pelo rubio cayéndole sobre la camiseta que transparentaba su piel, pensé que acabaría volviéndome loco si no me acostaba con ella.

—Estoy muerta de frío y me has mojado la única ropa que me quedaba para entrenar —continuó quejándose sin mirarme—. Lo mínimo que podrías hacer es sentirte culpable y dejar de mirarme el culo.

—¿Qué? —balbuceé como un gilipollas.

Olivia se giró y me miró con cara de pocos amigos. Cogió la bayeta con la que estaba secando el mueble y me la lanzó contra la cara.

—Que dejes de mirarme el culo, Donovan —siseó.

—¿Qué te hace pensar que tu culo me interesa lo más mínimo, Olivia? —respondí con tranquilidad.

Ella puso los ojos en blanco y se apartó el pelo hacia un lado. Sin poder evitarlo, mis ojos se deslizaron hasta el top deportivo que se le transparentaba debajo de la camiseta mojada. Me aclaré la garganta e hice un esfuerzo sobrehumano para mirarla a los ojos y no fijarme en que se le marcaban los pezones. Joder... ¿Qué cojones me pasaba cuando tenía a Olivia delante? ¿Por qué parecía un adolescente hormonado?

—Tienes el autocontrol de un primate —me dejó claro.

—Puede —admití sentándome en el suelo y apoyando mis brazos sobre mis rodillas—. ¿Pero sabes qué? Tengo una buena excusa: llevo demasiado tiempo sin follar y tenerte mojada y de rodillas en mi cocina no me ayuda en absoluto.

Olivia soltó una risa cargada de frustración.

—No, si ahora la culpa de que lleves un mes sin echar un polvo será mía —comentó con ironía—. Pobrecito.

—Llevo más de un año sin follar, no un mes —la corregí sin dejar de mirarla.

Olivia dejó de secar el mueble y se giró hacia mí con la frente arrugada.

—¿Estás... bromeando?

—¿Me ves con pinta de estar bromeando? —inquirí señalándome los pantalones.

Olivia, lejos de apartar la vista o mostrarse con vergüenza, observó con descaro la erección que trataban de disimular inútilmente mis pantalones vaqueros. La vi tragar saliva y yo cometí el error de imaginar mi polla dentro de su boca.

—¿Por qué llevas un año sin...? Ya sabes.

Seguí secando mi parte de la cocina mientras le daba una respuesta. Me di cuenta de que para hablar de sexo con Olivia necesitaba estar distraído y tener las manos ocupadas.

Seven Days ✔️ [Seven Days #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora