Seven Days ✔️ [Seven Days #1]

20. ¿Puedes explicarme qué haces en el sofá con Kyle y no en el instituto?

KYLE 

A la mañana siguiente, nos despertamos con el sonido de la puerta de su casa al cerrarse con brusquedad. Abrí los ojos, completamente desorientado. Era la primera vez que dormía toda la noche de un tirón desde hacía más de dos años y, cuando agaché la cabeza, vi que Olivia estaba apoyada contra mi pecho, con una de sus manos sobre mi entrepierna. En cuanto vi a su madre cruzar la puerta del salón, aparté su mano de mi erección.

—¡¿Se puede saber qué estáis haciendo los dos aquí?!

El grito de Margaret logró despertar a Olivia de golpe, quien se incorporó como si estuviera a punto de sufrir un infarto. Miró hacia la ventana, viendo que ya era de día, y luego se giró hacia su madre con cara de pasmada.

—¡¿Mamá?!

—Son las nueve y media de la mañana, Olivia. ¿Puedes explicarme qué haces en el sofá con Kyle Donovan y no en el instituto?

Olivia se había quedado en shock. Miraba a su madre, completamente rígida. Yo, por mi parte, intentaba no reírme.

—No es lo que parece —aclaró ella a punto de darle algo.

Margaret soltó una risa cargada de sarcasmo.

—Me da igual que sea lo que parece con tal de que hayáis usado protección y no lo hayáis hecho en mi sofá.

Su hija estuvo a punto de atragantarse.

—En serio, mamá. No ha pasado nada. Ni siquiera sé cuándo nos quedamos dormidos ni cuándo me abrazó este... individuo.

Fruncí el ceño.

—Eras tú la que me estaba abrazando a mí —le aclaré. Luego bajé la voz, para que solo me escuchara ella—. Y mejor no te digo dónde tenías la mano, encanto.

Olivia me miró como si estuviera a punto de asesinarme.

Margaret respiró hondo y señaló a su hija con el dedo.

—Vístete y vete a clase.

Olivia se levantó volando del sofá. Yo me quedé sentado un par de segundos más, tratando de no pensar que estaba empalmado delante de la madre de Olivia.

—¿Puedes explicarme por qué tengo la casa rodeada de periodistas, Kyle? —me preguntó Margaret con poca paciencia.

Eso logró quitarme la excitación de golpe.

—¿Periodistas?

Me asomé por la ventana viendo que, efectivamente, todo estaba lleno de fotógrafos. Me pasé las manos por la cara, soltando un bufido.

—Puto Crain... —murmuré.

—¿Tu jefe tiene algo que ver con todo esto?

—Él fue el que me ordenó que debía pasar la noche aquí —respondí—. Y yo caí en su trampa como un gilipollas.

Margaret dejó su bolso sobre la mesa de madera que había en el salón. Llevaba puesto un pañuelo en el cuello y, al apartarlo un poco de su piel, vi una marca rosada. En cuanto se dio cuenta de que le estaba mirando el cuello, se arregló el pañuelo, tapando por completo el chupetón. Me di cuenta de que nosotros no éramos los únicos que teníamos algo que esconder.

—Ni una palabra de esto a mi hija —me amenazó.

—Yo no he visto nada —contesté.

Margaret me miró con los ojos entrecerrados.