XX

3.5K 478 7
                                    

Los días en la casa de Londres de los Dominith eran un constante ajetreo. En ocasiones retrasaba el momento de salida de mi habitación, puesto que una vez ponía un pie fuera de ella era como darle cuerda a un reloj de pared, ya no paraba hasta la noche. No deseo sonar quejica o desagradecida, conocía al señor y a la señora Dominith desde que nací, y Anna era la mejor amiga que podría haber deseado tener, pero he de reconocer que en ocasiones anhelaba un poco de paz y tranquilidad. Nuestra agenda diaria siempre estaba llena, al parecer era lo propio en eso consistía la temporada. No obstante, era demasiado. Ya no podía más. Desde el preciso instante en el que descubrí que Javier estaba prometido nada parecía importarme, me sentía vacía, desolada y arrepentida. Estaba enfadada conmigo misma tantos años y todavía no había logrado olvidarlo. Sentía que aquella situación me sobrepasaba. Y para colmo los señores Dominith habían tenido que partir lejos por unos días y Anna y yo habíamos pasado al cuidado de Javier, bueno más bien, a estar bajo su responsabilidad.

¿Qué más podía hacer?-Pensé mientras me llevaba otra copa de vino a mis labios. Ni siquiera sabía porque estaba tomando vino, a mí no me gustaba su sabor. Salí un poco mareada del salón y apoyé mi espalda contra la pared. Mi vida había vuelto a ser igual que en la primera temporada, me crecía al sentir la mira de los hombres puesta en mí, al sentirme deseada, al manipularlos a mi antojo y disfrutar de sus besos.

-Señorita Sant, qué alegría encontrarla aquí.-Ni siquiera abrí los ojos para saber quién era aquel caballero, la verdad me daba igual.

-Si no le importa, me gustaría estar sola unos instantes.-Dije intentando sonar dulce pero firme.

-¡Claro! No dejaré que nadie nos interrumpa.-Abrí los ojos de golpe ante aquella respuesta, pero no llegué a poder formular mi réplica.

-Estoy seguro de que la señorita Sant no desea su compañía.-La voz de Javier pareció devolverme la lucidez y las fuerzas que había perdido.

-No necesitaba su ayuda-le dije cuando el otro hombre desaparecido de mi vista.- Acaba usted de estropearme la noche.- Dije refiriéndome a haberme encontrado con él.

-No sabía yo que le gustaba a usted ser manoseada por hombres tan desagradables.- Dijo malinterpretando mi comentario.

-Por lo que he podido ver, usted sabe muy pocas cosas. Además por lo visto tampoco quiere aprenderlas, puesto que no sé cuántas veces he de repetirle ¡Qué no deseo estar en su compañía!

-¿Pero qué te pasa? Pensaba que ya habíamos arreglado las cosas.- Se atrevió a decir.

-Piérdete.- Le dije con asco.- Lo que yo desee es sólo asunto mío.

-Por supuesto que no. Tú únicamente deseas estar con aquellos hombres que no te respetan. Y eso es despreciable.

-Que bien me conoce.-Dije con dureza a pesar de lo mucho que me habían dolido sus palabras.

-Si esto es lo único que te mueve.- Dijo agresivamente pegando su cuerpo al mío y cortando mi respiración.

-No sé qué cree usted que está haciendo...- mi discurso se vio interrumpido por los labios de Javier en mi cuello.- Ja-Javi -Dije algo asustada utilizando por primera vez en muchos días su nombre.

-Mmm-Dijo subiendo por mi cuello hasta llegar a mi mejilla.

Por Dios bendito... aquel hombre estaba destruyendo totalmente todas mis barreras y ni siquiera había besado mis labios.

-Javi...- Dije volviendo a pronunciar su nombre sin ser capaz de decir nada más. Esperaba que mis palabras tuvieran efecto sobre él ¿qué efecto? Todavía hoy no sabría decir cuál. Él dejó de besarme, llevó sus manos a mi rostro y comenzó a acariciarlo. No pude resistirme más y me puse de puntillas para poseer aquellos labios que me estaban matando, pero de nuevo aquel hombre me dejó con las ganas.

- No pienso ser uno más en tu lista Zuz- Javi hablaba algo entrecortadamente.

- Eres un infeliz. – dije asqueada por el deseo reprimido y la humillación que había vuelto a vivir.

- No. Hubiera sido un infeliz si hubiera seguido usándote como tú usas a esos caballeros.

-Dijo el hombre que le iba a ser infiel a su prometida - Empujé su cuerpo para alejarlo de mí. Sentía tanta rabia e impotencia en mi interior que no pude evitar que las lágrimas brotaran de mis ojos y surcarán mis mejillas.

– Yo no quiero verte llorar.- Dijo él volviendo a acercarse a mí a pesar de mi rechazo continuo.- Zuz déjame ayudarte, no puedes seguir así ¡te estás destruyendo!- exclamó casi suplicante.

-Creí haberle dejado claro ya, señor Dominith, que mi vida y mis actos no son de su incumbencia.- Dije harta de que siempre tuviera que mostrarse superior comentando mi vida. Intenté pasar de largo.

-Zuz, enserio- respondió tomándome con delicadeza del codo.- ¿Qué te está pasando? Permite que te ayudemos.- ¿Cómo se atrevía Él a preguntarme aquello? ¡Justamente él!

-¿Va a ser usted quien me ayude señor?... porque permítame decirle que ya sé qué tipo de amigo es, y no, no lo quiero cerca. -Ante su mutismo, obtuve una pequeña y momentánea victoria.- Ya decía yo, si no le importa... déjeme en paz, nada nos une y no tiene nada que aportarme.

-No, querida... - contestó endureciendo su voz- Estamos más que unidos...-De pronto dejó de hablar. Yo lo mire intrigada, pero cuando retomó su discurso supe que algo diferente es lo que había estado a punto de decirme- Se le ha olvidado que en estos momentos está bajo mi custodia. Por lo que no, no pienso tolerar que continúe por ese camino. Lo he intentado todo, pero no me deja más opción que acudir a sus hermanas.- Sus palabras no habrían tenido mayor peso si su voz y su manera de dirigirse a mí no hubieran tenido una transformación tal.

Estábamos solos, y a pesar de que yo siempre me dirigiera a él con frialdad y con dureza, él nunca lo hacía. No pude evitar que todo mi cuerpo se tensara, pero no permití que el miedo me dominara.

-Ya... ¿y está usted seguro de que le creerán? – tuve que controlar concienzudamente mi respiración para mantener mi temple.

-Oh créame que lo harán.- Dicho esto me dejó sola en el pasillo.

Cuando él desapareció dejé salir todo el aire que había estado reteniendo. Debía hacer algo. Si Javier hablaba con Camille estoy segura de que ella no le creería, pero si me preguntaba a mí directamente, no podría mentirle.

Quitando el pequeño paréntesis que había habido las semanas que Javier y yo volvimos a llevarnos bien, mi actitud y mis escapadas no habían dejado de sucederse. Cuando me enteré de que Javier estaba prometido no pude evitar la necesidad de ser deseada por otros hombres ...

¿Y ahora qué?

La solución a mis problemas llegó sola, la imagen de Michael apareció en mi mente. Con él tenía la tapadera perfecta, desde la semana de campo a ojos de todos él había comenzado a deleitarme con sus atenciones. Nadie en mi familia podría pensar que yo que estaba siendo cortejada públicamente podría tener una vida secreta tan desordenada. Aunque quizás sí, Camille se extrañaría que yo aceptara el cortejo de alguien cunado le había dicho que no deseaba casarme. No obstante, no tenía más remedio que intentarlo.

A partir de esa velada procuré mostrarme más atenta a Michael, o por lo menos en público, lo que no era difícil ya que nuestra amistad era más que sincera.
La señora Dominith no parecía muy contenta de que yo recibiera sus atenciones y menos aún cuando Michael ocupó el lugar de Javier en el pequeño grupo que habíamos formado, Anna, Miller y yo. Los cuatro nos convertimos en un gran equipo. Hacíamos excursiones, nos íbamos a la ópera, dábamos largos paseos y pasamos agradables veladas. Y a pesar de todo, cuando estaba sola en el i anterior de mi habitación cada vez me sentía más miserable.

El escondite tras la mentira (5º libro SAGA VERDADES OCULTAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora