DANIEL
Decidí que al día siguiente tendría unas palabras con mi padre. Estaba claro que jugaba sucio. Pero yo tenía mejores cartas. La relación que quería tener con Leta no era algo en lo que ellos Fuesen a intervenir más.
Ya dentro del coche recompuso su gesto de disgusto. Mis modales fuera del coche no habían sido los correctos. Me sentí culpable.
—Nena, necesito que confíes en mí —supliqué.
—Lo sé —contestó cabizbaja.
—Cada paso que doy hacia ti, lo doy teniendo en cuenta lo que quiero y lo que está en juego. Te fallé una vez y quiero otra oportunidad. Sé que tengo que ganármela. Estoy midiendo cada mirada, cada gesto. Puede que me rechaces, pero yo quiero merecerte —confesé.
—Lo siento. Perdóname.
—Te perdono. Ahora dame tu mano y déjate sorprender.
VIOLETA
Daniel había vuelto a acertar. Me encantaba el pescado y era la especialidad del restaurante. Como en el Tabula, le recibieron amablemente. La cocina era más tradicional, pero igualmente exquisita. Daniel había pedido un vino blanco y trataba de improvisar una cata conmigo.
— ¿A qué huele?
—No sé. Quizá a manzana y a flores.
—Muy bien. Ahora pruébalo. ¿A qué sabe?
—Es una tontería.
—Seguro que no.
—Me da vergüenza.
—¿De mí?
—Eres enólogo.
—Ahora no. Ahora soy solo tu amigo.
—Sabe salado.
—Muy bien —. Parecía alegre y sorprendido de mi respuesta—
—¿Sí?
—En realidad estos viñedos están orientados hacia el mar. Por la noche la brisa marina los riega y ellos se alimentan de ella. Por eso sabe un poco salado y por eso me gusta como marida con el pescado.
—Vaya... he acertado.
—Te doy un notable.
— ¿Solo?
¿Cómo consigo el sobresaliente?
—¿Lo quieres?
—Sí.
—Dame un sorbito de vino pero directamente de tu boca.
Así lo hice. Porque me apetecía, porque su mirada de deseo me encendió y porque me pareció una escena para vivirla yo, y no una de mis protagonistas.
—Quiero disculparme otra vez.
—Pedirte perdón mil veces, no ha cambiado el hecho de que te rompí el corazón. Creo que quieres demostrarte a ti misma, que sigo siendo el mismo que te hizo daño. Necesitas razones para no enamorarte otra vez de mí. Pero vas a tenerlo difícil.
Le miré fijamente. Mis ojos se llenaron de lágrimas que él trató de atrapar con sus dedos.
—Te doy un notable alto. Sabes leer mi pensamiento y mis miedos.
—¿Tienes miedo de mí?
—No —confesé—. Tengo miedo de sentir.
—No lo tengas. No soy perfecto. Pero te juro, que me gustas muchísimo, que estoy ilusionado y que no me importa esperar. No te cierres en banda—me tomó la cara entre sus manos y me besó. —
—Está bien.
— Me quedaría a vivir en tu boca.
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COSECHARÁS CORAZONES
Literatura Kobieca¿Y si la vida nos diera la oportunidad de recuperar a la persona que nos amó más sinceramente?