||Tu Mundo Está Muerto||Las manos en los lugares correctos, pequeñas risas y un beso de ensueño.
Neferet se apartó de la boca de su esposo, y miró hacia el techo, perdiéndose en las manchas de humedad mientras este besaba su cuello.
—¿Así que sabes lo que es un beso adolescente? —preguntó entre suspiros la esposa de Dixon y el mismo gruñó antes de morderla con suavidad.
—No, solo lo dije. ¿Existe? Porque se me hizo algo caliente.—
—Maldito embustero... —rió y lo atrajo hacia su boca nuevamente. Estaban hambrientos uno del otro, sin embargo, los gritos provenientes desde el balcón, interrumpieron el momento. —¿Suena muy desesperado si digo que necesito urgentemente estar desnuda debajo tuyo? —
Daryl besó cortamente sus labios y respondió antes de correr hacia el balcón:
—Ahora necesito golpear algo para sacar esa imagen de mi cabeza. —
Neferet sonrió con burla, viéndolo marchar.
—Pero bien que te gusta, picaron. —
Un grupo de caminantes se asomó por la carretera, acercándose al edificio donde residía actualmente el pequeño grupo de fugitivos.
—Entren, rápido.— ordenó el arquero, tomando la ballesta de su espalda, y los adolescentes obedecieron. —La orden también era para tí. — dijo al apuntar.
—Los votos de matrimonio también.—retrucó la circense, sin apartar la vista del grupo de errantes aproximándose. — Y protegernos era un ítem, así que cumple con lo dicho, maldita sea.—
El cazador sonrió apenas y apuntó a uno de los muertos. Su flecha lo alcanzó en cuestión de segundos y este cayó con el proyectil atravesando su cabeza.
Al cumplir con esa tarea, volteó hacia su esposa y con un gesto de cabeza regresaron al interior del lugar, encontrándose con Connie, Nilo, Henry, Lydia y Perro reunidos.
Beta observó sutilmente al guardián que cayó de un flechazo unos pasos adelante, y cuando levantó su mirada, esta se conectó a la de ese ballestero y la mujer de cabello naranja.
Dixon mayor habló.
—Están aquí.—
Las sillas y muebles que tapaban la puerta de entrada cayeron y los guardianes se abrieron paso.
Beta leyó el cartel de la escalera e indicó:
—Escalera norte. Llévensela. No dejen que escape. —
Henry y Connie se encargaron de tapar la última ventana. El lugar quedó en completa oscuridad, salvo por unos pequeños agujeros que permitía la entra de luz solar, junto a la linterna que Daryl había encendido.
La luz azul se centró en Lydia y esta miró al cazador.
—Ven conmigo. —ordenó. —Nilo, tu también. —
La azabache corrió hacía Henry y se despidió con un pequeño beso, antes de seguir al cazador, su hijo y Perro.
El grupo de Beta observó el bloqueo de más muebles, tapando la escalera y se detuvo mientras los verdaderos caminantes gruñían intentando traspasarlo.
—Los Guardianes no pueden trepar eso. —susurró una falsa errante de largas trenzas azabache.
—No nos detendrá a nosotros.—contradijo otro susurrador.