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En un nuevo amanecer, Michonne acabó por vestirse y observó por la ventana.
El menor de sus hijos era instruido por Carl para aprender a andar en bicicleta. Y cerca de ellos, Judith y Gracie deambulaban encima de las suyas, alentando al integrante más pequeño de la familia Grimes.
Era una escena hermosa, pero le provocaba cierta melancolía debido a la clara ausencia de alguien a quien le hubiese encantado compartir ese momento. Sin embargo, sus pensamientos se fueron cuando su mirada chocó contra la de Aaron, acercándose al porche.
Rápidamente bajó y salió al exterior para encontrarse con su amigo.
—Judith, cuida a tu hermano, por favor. Carl. —señaló la entrada a la comunidad con la mirada.
—Si, mamá. —saludó la rubia.
—¿Qué sucede? —cuestionó Carl, al acercarse a su mejor amiga y Aaron.
—Daryl y Neferet están en la entrada. —informó.
—¿Y no lo dejaste pasar?— preguntaron al unísono ambos seres queridos del gran Rick Grimes.
—No vinieron sólos... —
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Al subir por el puesto de vigilancia en la entrada junto a Laura y Aaron, Carl y Michonne contemplaron el pequeño grupo en sus puertas.
—Nef está herida, y ustedes estaban cerca.— explicó Daryl.
—Me muero.—jadeó falsamente la pelinaranja, arañando el aire en una actuación muy dramática.
Daryl rodó los ojos.
—No habríamos venido, no teníamos opción. —aclaró.
Michonne volteó hacia Lydia.
—¿Y ella? — señaló con la mirada.
Carl contempló curioso a la nueva chica de la que había oído por boca de Michonne, cuando sus ojos negros chocaron con sus cristalinas burbujas.
—Está con nosotros.— respondió Henry. Y Daryl asintió, dando credibilidad a sus palabras.
Ante esto, los alexandrinos tuvieron una pequeña reunión en la misma plataforma.
—No podemos confiar en ella. — susurró Aaron, pensando en el día en que perdieron a Eduardo.
—Son Neferet y Daryl. —protestó Carl, y Michonne suspiró con pesar, asintiendo.
—¡Abran! —ordenó la morena.
Con la apertura de las puertas, el pequeño grupo fue bienvenido a la comuna.
