Capítulo 1.-

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Madrid, España.

Song WooBin me viene a la cabeza, y su recuerdo me obliga a cerrar los ojos. Me parece olerlo, y contengo el aliento. Siento el calor de su tacto y me estremezco en la silla. Me reprendo a mí misma y me esfuerzo en borrar su imagen, su olor, su tacto y el suave sonido de su voz.
No lo consigo. Sabía que sería un desastre. Había tomado la decisión correcta. Todo indica que lo habría sido catastrófico, y eso debería bastarme, pero no es así. Me siento débil y vulnerable, y lo detesto. Me tengo que acostumbrar a la idea de no verlo jamás.

Dejo caer la cabeza sobre mi pecho, sintiendo el cuerpo pesado. Sí, ________ Rivera, la chica que no necesita de nadie, se ha enamorado y se ha enamorado de alguien a quien no puede, y probablemente no debe, tener. Quiero desplomarme, arrastrarme a la cama. Necesito silencio y oscuridad para seguirme torturando un poco más.

-Señorita Rivera, su chófer la espera abajo- escuché la voz de mi asistente salir del parlante del teléfono. Abrí los ojos.
-Voy en camino- respondí antes de soltar el botón de la intercomunicación

Habían pasado diez días desde que dejé París trasladándome a la capital de España en lugar de ir a mi país natal. En mis fantasías, estaría ahora mismo en la casa de mis padres, bajo las sábanas de mi cama, sin embargo, como era una hija obediente y una trabajadora responsable, me encontraba en un penthhouse en La Finca, una exclusiva colonia de Madrid.

Tomé mis cosas de la mesa de mi oficina y me dirigí pisos abajo, a la entrada. El portero me saludó con una ligera inclinación de sombrero.

-Buenos días, señorita Rivera.
-Buenos días- dije antes de subir al Lexus negro. El chófer cerró la puerta detrás de que mi asistente subiera.

Al salir del moderno y acristalado edificio donde me encontraba, me recreé en la relativa tranquilidad de aquella calle bordeada de árboles hasta llegar al ajetreo y tráfico del centro. El sonido de los vendedores ambulantes y los coches apretados. Me estaba comenzando a hacer una jaqueca. Hurgué en mi bolso en búsqueda de un medicamento para la migraña. Necesitaba mentalizarme antes de llevar a mi trabajo. Al menos, en lo que respectaba a mi vida laboral, era feliz. Siempre desee ganarme la vida por méritos propios, pese a mi adinerada posición.

Mis padres, los megafinancieros Óscar y Mónica Rivera, eran dueños de Rivera, una reconocida marca de accesorios y ropa de lujo, así como de grandes maquilas y fábricas de telas, provenientes de América Latina. Y yo, era su única hija, al igual que la diseñadora más cotizada de la firma. Hice mi primer vestido cuando tenía ocho años. A los doce, mis diseños se encontraban en las portadas de Vogue, y siendo fotografiados por críticos de moda en la Fashion Week. Ahora con dieciséis, artistas y esposas de magnates se peleaban para poder tener un espacio en mi agenda y conseguir un diseño mío.

Había tenido que tomar un avión después de mi doloroso último encuentro con Song WooBin. Grecia de Borbón, la hija del Rey de España, iba a contraer matrimonio y había solicitado mis servicios hace meses. Ahora, a unas semanas de su casamiento, iba a hacerle los últimos ajustes a su vestido. En otros momentos, habría hecho lo posible para posponer el encuentro, pero como una cobarde decidí huir de la agonía de estar en París, centrándome en mi trabajo.

Nos demoró llegar a la casa de la familia real casi una hora. Al salir, eché la cabeza hacia atrás y recorrí con la mirada el enorme castillo. Una elegante estructura que atravesaba las nubes y resaltaba en ostentosidad. Me recibió un empleado. Me di un bofetón mental para despejar mi mente antes de mostrar una sonrisa sutil.

Mientras camino por los inmaculados pisos color arena siguiendo al mayordomo, logro escuchar un murmullo de una conversación. Nos detenemos frente a una enorme puerta doble de madera. El hombre toca y avisa mi presencia. Luego de un ligero adelante, me permite entrar.

Uno en un millón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora