Capítulo 8.-

1.2K 59 0
                                    


Sinchon, Corea del Sur.

La ida de JiHoo a Francia fue algo que nos tomó por sorpresa a todos, pero después de un par de días, regresamos a nuestra rutina normal. Esperaba que por fin pudiera estar con la mujer que ha dicho amar tantos años.


Tomé una fuerte inhalación, impidiéndome dejar caer la cabeza. Tenía tanto trabajo. Hace algunos meses había aceptado hacer los vestidos que usarían las cantantes de un grupo pop. No rechacé la oferta pensando que sería agradable ver vestidos menos elaborados firmados por mi marca.
Sin embargo, a dos días del evento, me habían regresado cada uno de los vestidos. Resulta que la empresa decidió de último momento cambiar la simplicidad del diseño pidiendo que les añadiera algunos detalles con lazos. Así que ahora tenía sobre mi mesa de trabajo, los vestidos de SNSD en espera de ser redecorados y entregados para pasado mañana.

Era definitivo. Jamás volvería a diseñar para empresas musicales.

La luz natural del Sol se había ido, la espalda me dolía y las manos las sentía acalambradas. Me enderecé, escuchando mi columna tronar. Froté mis ojos luego de sentir la mirada cansada.
Escuché un toquido en la puerta. Detuve la música con el control del reproductor y esperé a que volviera a tocar.
Si era de nuevo un empleado diciéndome que había que cambiar los diseños, quemaría los vestidos.

-Señorita _________...- volvió a tocar la puerta. ¿JanDi? Me puse de pie y abrí. Acerté. Era ella. Tenía la nariz roja a causa del frío y vestía un conjunto de pantalón, suéter y chaleco. Parpadeé intentando adivinar qué hacer aquí. Fue entonces cuando alzó en sus manos un pequeño envuelto de tela-. Fui a buscarla para agradecerle por lo del vestido, pero no estaba- explicó-. El señor WooBin me ha dicho que lleva trabajando aquí todo el día. Pensé que podría tener hambre.
Sonreí.

Sentía el estómago caliente a causa de la crema de avena. Instantáneamente me sentía mejor. 


-Gracias. Fue un gesto agradable.
La sonrisa de JanDi le hacía achinar los ojos, haciéndola lucir menor.
-Su estudio es sorprendente- sonó animada viendo el espacioso lugar lleno de maniquíes, hilos y rollos de tela.
-Se ve más lindo cuando está ordenado- suspiré removiendo la cuchara. El caos me producía dolor de cabeza.
-¡Le ayudaré a limpiar!- se apresuró a decir levantándose.
-No, no. No hace falta. Mañana vendrán las de limpieza- me levanté de la silla para poder detenerla-. No quería hacer parecer que te lo había pedido.
-Está bien, no es nada- insistió ella tomando algunos retazos de listón que había sobre la mesa-. Déjeme hacerlo. Es lo mínimo que puedo hacer después de que me ha ayudado tanto.
Se hincó para poder tomar los restos del piso después de sujetar un bote de basura. JanDi era una mujer testaruda. Me hizo sonreír.


-Qué linda historia- suspiró JanDi-. Es como una novela-. Me reí por la comparación. Arranqué el hilo excedente de un tirón. No supe en qué momento comencé a charlar con ella, y mucho menos cuándo le desarrollé la confianza para compartirle el inicio de mi vida amorosa-. Se ve que el señor WooBin la ama muchísimo.
Sonreí alagada.
-Tengo mucha suerte.
-Entonces, ¿se van a casar cuando acaben la universidad?
-Ese es nuestro plan.
-¡Se verá hermosa en su vestido de novia!

JanDi se fue hasta pasada la medianoche. Le pedí a Taeyong que la llevara a casa.

-Gracias, señorita __________- me abrazó. El cuerpo se me quedó estático. Algo que apreciaba de los valores asiáticos era el poco contacto físico que solían mantener, así que la repentina muestra de afecto me tomó por sorpresa. Parpadeé sintiendo sus brazos envolverme. Una sonrisa cálida se me formó en el rostro y con cautela apreté su cuerpo un poco contra el mío.
-Gracias a ti- dije cuando nos separamos.

Uno en un millón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora