Capítulo 14.-

1K 52 0
                                    


HongDae, Corea del Sur.

Dirigí la mirada hacia la ventana, hacia la amplia vista de la ciudad y, después la posé sobre la pared donde colgaban fotografías de ella y de nosotros dos en mi habitación. Sabía dónde estaba cada fotografía del collage, pues en los últimos meses había pasado innumerables horas mirándolo. Mirar la ciudad había sido antes el modo en que me encerraba en mi mundo. Ahora, lo conseguía mirando a __________.

Me senté tras mi mesa, encendí el ordenador moviendo el ratón y respiré honda y lentamente cuando el rostro de mi prometida invadió la pantalla. No me cansaba de admirar cada pequeña parte de su hermoso rostro. Exhalé con determinación, levanté el teléfono y pulsé el número de marcación rápida de uno de mis empleados. A pesar de ser tan temprano, respondió rápidamente.

-__________, va a empezar a trabajar con Lee WonHo- dije apretando la mano en un puño al pensarlo. No tenía que decir nada más.
-Entendido.
-Quiero que me mantengas informado de cada cosa que pase, así como un informe detallado del proyecto Korea to Korea sobre en mi correo a medio día, como muy tarde.
Colgué y me quedé mirando el cautivador y bello rostro de __________ bajo el deslumbrante sol de nuestro viaje a Hawaii. La había sorprendido en el momento en que estaba contenta y desprevenida, un estado en el que yo quería que estuviera el resto de su vida. Sabía que ese hombre, Lee WonHo la inconformaba. La última vez que me lo encontré estuve tentado a romperle la nariz, si él era el responsable de algún agravio a mi prometida, nos encontraríamos. Y pronto.




JongGu, Corea del Sur.

Sentí a __________ antes de verla. Levanté la cabeza y la vi frente a la puerta de su edificio. Una repentina oleada me dejó sin respiración. Sonreí apreciando la vista. Estaba vistiendo un vestido tipo abrigo de tela escocesa en tonos azules y dorados, medias negras y tacones rojo manzana. Un atuendo recatado y llamativo. Menuda y hecha para que cualquier hombre cayera de rodillas ante ella. Me separé con un pequeño empujón del costado de mi Ferrari.
-Buenos días, mi reina.
-Buenos días, cielo- contestó con su voz acaramelada que siempre me hacía feliz. Se acercó con pasos lentos, seduciéndome sin ningún esfuerzo. Desde el primer momento que la vi supe que me haría pedazos. Aquella promesa estaba allí, en sus ojos y en su forma de moverse. A dondequiera que fuera, los hombres se quedaban mirándola. La deseaban. Igual que yo. La agarré por la cintura cuando estuvo lo suficientemente cerca y la abracé. Hundí mi nariz en su cuello, inhalando su delicioso perfume floral con acentos dulzones. Deposité un pequeño beso y sentí bajo mis labios, su piel erizarse. Sonreí para mis adentros. Podía hacer con ella lo que quisiera. Me había concedido ese derecho. Era el mayor regalo que me habían hecho jamás. Nos separamos, acarició mi mejilla con su mano enguantada, haciéndome sentir infinitamente mejor-. Cielo, ¿estás bien? ¿tuviste otra pesadilla?
Dejé escapar una exhalación. ___________ siempre me leía el pensamiento. No estaba seguro de poder acostumbrarme nunca a aquello. Pasé la yema de mi dedo pulgar sobre ceja.
-Prefiero hablar de otra cosa.
-¿Sobre qué ha sido?- apreté los labios ante sus insistencia.
-________...
-Podrías ir a terapia. Podríamos ir.
-Déjalo, mi reina- se puso en tensión.
-No quiero que vivas con esto. Quiero ayudar.
-Ya sabes cómo hacerlo- mis palabras sonaron pícaras.
-Obseso- dijo con una risita. La apreté contra mí. No podía encontrar las palabras para expresarle lo que sentía al tenerla en mis brazos, así que le acaricié el cuello con la nariz y respiré el adorado olor de su piel. Le di un corto beso antes de llevarnos a la escuela.





Uno en un millón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora