Capítulo 4.-

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Vuelo 3786.

Miraba mi portátil, leyendo los correos que los organizadores del Fashion Week me habían enviado. Repleto de disculpas me informaban que habían rasgado la tela del forro de uno de mis sacos al bajarlos del avión. Me apreté el puente de la nariz. No era la primera vez que alguna prenda se veía dañada por el pésimo trabajo de los empleados de las líneas aéreas. Finalizaron preguntándome si quería que algún costurero se hiciera cargo del daño. Negué al instante. No permitiría que nadie tocara mi ropa.

Cerré la computadora y miré la invitación del gran evento anual. En papel dorado con grabado en relieve se leían el nombre de algunos críticos de moda, además de las empresas prensa que cubrirían el programa. La primera vez que me había presentado, sentía un gran nudo en la garganta. Este año, sería el séptimo año consecutivo de mi asistencia como exponente. Había dejado de sentirme intimidada, pero el cosquilleo de mi presión perfeccionista seguía molestándome en la nuca.

Pensé en WooBin. Usualmente me acompañaba a mis eventos, pero tenía obligaciones laborales que también requerían su atención. No solíamos separarnos a menudo. No podíamos soportarlo. Tomé mi teléfono y presté atención a la fotografía que cuidaba de mi fondo de pantalla. Al ver su imagen, sonreí. Era una foto de él con un traje negro de tres piezas y la corbata azul que tanto me gustaba. La corbata que había usado cuando nos informaron sobre nuestro compromiso. Sentí una oleada cálida por todo el cuerpo. Lo había fotografiado sin decirle, captando su mirada en el horizonte de la isla de Jeju. Me quedé mirando lo oscuro de sus ojos y me perdí en él. Su cabello negro enmarcaba su rostro perfecto con sus mechones oscuros y brillantes.

Apenas tuvo oportunidad, Song WooBin mandó a publicar nuestro compromiso en los periódicos locales. Me había dejado claro que era la única información personal que estaba dispuesto a compartir, y lo hacía porque yo lo merecía. WooBin estaba orgulloso de mí. Orgulloso de estar comprometido conmigo, una mujer demasiado ocupada como para poder ser una buena ama de casa, o una buena madre, con un futuro lleno de compromisos.
Incapaz de contenerme, tomé mi teléfono. Abrí la aplicación de mensajes y le envíe uno a WooBin.

-Te echo de menos.
El me respondió casi al instante.
-Dale la vuelta al avión.

Eso me hizo sonreír. Esa respuesta era muy propia de él. Y nada propia de mí. El pensamiento frívolo de acatar su indicación se hizo presente en mi cabeza. Lo saqué de inmediato. No podía perderme de uno de los eventos de moda más importantes del mundo, ni hacerle perder tiempo a los pilotos, pero, más que eso, no quería dejar tan obvio lo mucho que había llegado a depender de WooBin. Aquello sería la sentencia de muerte de nuestra relación. Él podía tenerlo todo, a cualquier mujer, cuando quisiera. Si yo le ponía las cosas demasiado fáciles, los dos perderíamos el respeto por mí. De ahí a perder su amor no había mucho trecho.

-Sigues yendo en la dirección equivocada.
No me molesté en cuestionar cómo lo sabía. Song WooBin era un hombre que sabía todo, de todos.
-¿No han quemado la escuela todavía? Deberías aprovechar y pasar tiempo con los chicos.
-Lo pasaría mejor contigo.
Sonreí.
-No dejes de echarme de menos.
Su respuesta fue sencilla.
-Jamás.

Llegué al aeropuerto de Malpesa en la ciudad de Milán, Italia. Me froté el cuello con cansancio. Mi columna sintió un alivio cuando me puse de pie. Había durado las diez horas del vuelo sentada. Era curioso como funcionaba el tiempo. Pese que me había ido de Seúl en la tarde, aquí seguía siendo de día.

-Gracias- le dije al señor Kim Taeyong, después de que tomara mi equipaje de mano. Taeyong era hombre en sus cuarentas, de casi dos metros que había servido como mi escolta personal desde hace más de un año. Como algo habitual en él, solo se inclinó, permaneciendo en silencio.
Se adelantó para abrirme la puerta del Porsche negro que me esperaba. Fui directo al hotel.

Uno en un millón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora