Capítulo 15.-

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Seúl, Corea del Sur. 


Quité la mirada de las fotografías de ELLE, mi revista. WooBin se había despertado de un brinco. Se enderezó y sentó alado mío. Boté la revista sobre la mesa y me acerqué a abrazarlo por los hombros. Tenía la cabeza hundida entre las piernas, mientras se frotaba la nuca.
Las pesadillas de WooBin habían disminuido con el pasar de los meses, pero por alguna extraña razón, de un tiempo para acá regresaron. Había ido con un médico, y le recomendó algunas pastillas para dormir, las cuales él tomaba religiosamente. Sin embargo, no funcionaban. Ahora tenía sueño todo el día, y sus pesadillas tenían más oportunidad de presentarse. Me sentía culpable, porque sabía que lo hacía por mí. Desde hace dos días le había pedido que ya no las tomara, pero al parecer todavía su cuerpo estaba impregnado por el medicamento. 

-¿Estás bien, cielo?- pregunté.
-Ahora que te veo, lo estoy- sonrió ligeramente besando mis dedos. Suspiré apoyando la cabeza sobre su hombro, escuchando como se ralentizaba su respiración. Traté de hacerlo pensar en otra cosa.
-Si hubieras soñado algo lindo, ¿cómo habría sido el sueño?
Noté que se relajaba, hundiéndose en el sofá, tomando mi cabeza para que me recostara sobre su pecho.
-Un día despejado en una playa- murmuró-. Una playa privada, con una carpa de lona en la arena blanca, cerrada por tres lados y con la vista delante de nosotros. A ti te tendría tumbada en un camastro alado mío.
-¿Alado tuyo?
-Siempre alado mío- me hizo sonreír-. Estarías bañada de Sol, perezosa y con el cabello alborotado por la brisa. Tendrías esa sonrisa hermosa que solo me muestras a mí. No tendríamos que ir a ningún sitio, nadie nos esperaría. Solos tú y yo, con todo el tiempo del mundo.
-Un estupendo sueño- susurré, notando que el cuerpo se le hacía cada vez más pesado-. Supongo que tendríamos mucho tiempo para estar juntos.
Bostezó.
-Vayamos a casa, saltémonos las clases que faltan.
-También quiero que cenemos en un yate- añadí, entreteniéndole lo suficiente para que se quedara dormido otra vez.




Sinchon, Corea del Sur.

Quería mandar mis modales a dar un paseo. Responder de forma cortante mientras sostengo la mirada de sus ojos negros. Se ven brillosos, quizá y brillan mucho más que antes. Sonríe y se acerca. Trata de tomar mi mano entre las suyas, pero doy un paso hacia atrás. Miro a WonHo.

-Tengo una reservación en un restaurante de aquí a unas cuadras- completó su invitación a almorzar-. Es puramente profesional.
-Lamento decepcionarlo, señor Wonho.
-Es solo una comida. Además, necesitamos hablar sobre la publicidad del evento. Pensaba en propaganda en periódicos, una sesión de fotos.
-Te estás tomando el puesto político muy en serio.
-Todo lo que deposito mi atención es algo serio- sonríe. Camino y veo mi reloj de muñeca. No puedo evitar no ponerme feliz al observar el obsequio que WooBin me había dado hace un par de meses. Me lo había colocado en el brazo mientras dormía. En aquella pieza de inspiración art déco brillaban cientos de diminutos diamantes rosados. La correa era de un satén crema y la esfera de madreperla llevaba las marcas de Patek Philippe y Tiffany & Co. Es precioso y sólo hay veinticinco como este en el mundo.

>>Y, de todos modos, no es nada comparado a lo única que tú eres<<

Mi estómago hizo un pequeño gruñido que acallé presionándolo. Quizá y llevaba seis horas sin comer. Tomé una pequeña aspiración.
-Si es de eso de lo que quieras hablar, puedo aceptar tu invitación- mascullo mirando por la ventana.
-Excelente- se escucha feliz-. Vayámonos ahora.
Giro a verlo y su rostro se mantiene alegre, mientras empuja la puerta de cristal con un movimiento caballeroso. Tomo mi bolso de un tirón y camino con paso rápido para evitar que tenga oportunidad de tocarme.

Uno en un millón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora