JeongGu, Corea del Sur.
-No te asustes-. Me desperté al escuchar ese trío de palabras en una completa oscuridad. El colchón se hundió cuando WooBin se sentó a mi lado, inclinándose sobre mí y abrazando mi cuerpo y las mantas que me cubrían. Desperté sin temor, inhalando la deliciosa e inconfundible fragancia de su jabón y de su champú mezclándose con el olor de su piel, tranquilizándome junto a su voz-. Mi reina- Noté el calor de su cuerpo templarme la espalda. Me rodeó la cintura con uno de sus fornidos brazos y me acercó a él. Pegada a su pecho al estilo cuchara, con los bíceps de su otro brazo bajo mi mejilla. Le acaricié la piel del brazo con los dedos-. Has estado llorando- murmuró, hundiendo la cara en mi pelo
Me giré.
-Me ha dolido- susurré.
-Me lo imagino-. Trazaba con los dedos suaves círculos en mis hombros, acariciándome a través de la blusa de mi pijama- A mi también me ha dolido. Lo siento.
Besé la punta de su nariz.
-Está bien.
-Desde que me llegaron tus flores ayer por la tarde, añoré estar contigo.
-¿Te han gustado?
Sonrió.
-Me estás malacostumbrando.
-Quiero hacerlo. Quiero echarte a perder para otras mujeres.
Me rozó el labio inferior con la yema del pulgar.
-Mi reina, eso lo conseguiste desde el momento en que te vi-. Me besó-. La única forma de que una mujer capte mi atención es siendo tú-. Sabía que era egoísta que quisiera tenerle siempre de esta forma. Sólo para mí. Puesto que era algo lo cual resultaba imposible, claro está. Miles de pequeños trocitos de él se dedicaban a miles de personas, proyectos y compromisos. Si algo había aprendido de los múltiples matrimonios de empresarios, o en los de nuestros padres era que las esposas a menudo acababan siendo amantes, y casi siempre ocupaban un lugar secundario porque los maridos se habían casado también con el trabajo. Cuando un hombre se convierte en líder del campo de trabajo que ha elegido es porque se entrega a él por entero. A la mujer con la que comparte la vida le tocan sólo las sobras, aunque WooBin se esforzaba mucho en convencerme de que no sería así. -Soy tan desgraciado sin ti.
-Te necesito igual- respondí. Cerré los ojos sintiendo el suave roce de mi nariz con la suya. Mi último recuerdo era de él abrazado a mi espalda, con el brazo sobre mi cintura. -No me dejes -supliqué tras jurarle que yo no lo haría. Cuando me desperté, vi alarmada que se había ido.
*
Macao, China.
Me apreté el puente de la nariz con fuerza, necesitaba dormir un poco. Llevaba quizá treinta y seis horas despierto. Giré a ver mi muñeca. Un Rolex dorado reluce a través de mi traje negro de dos piezas. Concentro mi vista en la pantalla y rectifico. Llevo treinta y ocho horas despierto. Había tenido que tomar un vuelo de urgencia, y estaría casi diez días pisando tierras chinas. Separarme de forma tan abrupta de mi prometida, me rompía el corazón. Había logrado tener una llamada rápida con ella hace un par de horas, pero seguía siendo insuficiente.
Jamás he logrado entender cómo hay hombres que están tan atrapados en su vida profesional. De avión tras avión, junta tras junta. Vivían para trabajar. Con sus trajes azules y cortes de cabello preciso, con sonrisas que radiaban más advertencia que saludo. Yo no podía ser así. Un hombre infeliz que se patea el trasero cada vez que toma un fin de semana en la playa. Sentía pena por ellos.
-¿Entonces, qué opinan de los nuevos ejemplos de rediseño?- preguntó el manager del The Venetian. Miré al escritorio concentrándome en los planos y facturas que tenía enfrente. Macao era un hermoso paraíso turístico. La Venecia de Asia. Un lugar de dicha y diversión para millones de familias, sin embargo, para la mía era un logro profesional y un dolor de cabeza. Las constantes renovaciones que se hacían en los hoteles era lo suficiente para que la empresa IlSing se mantuviera ocupada todo el año, pero no podíamos ser trabajadores exclusivos de hoteleras. Nuestro orgullo no se limitaba a ser restauradores. Mientras mi padre se entretenía en Nueva York, cerrando el trato para una cadena de restaurantes. Yo me veía atorado aquí, en una oficina de burócratas viendo hojas con sellos de colores.
-Podríamos hacerlo con un cuarto menos del presupuesto- respondió Weng LuTao, el representante de la constructora por la cual se supone, disputaría el trabajo. Cruzó los brazos y se recargó en la mesa, encarándome. Vi su cabello oscuro peinado hacia atrás y su traje gris claro. Era el hijo del señor Weng LuHan, difunto fundador de la empresa WIndustries. Una constructora China que se levantó con rapidez en los mercados locales, antes de que mi padre llegara a poner nuestro gran imperio en lo que ellos consideran "sus tierras". El señor Weng falleció de un ataque cardiaco después de perder casi toda la mitad de su capital en menos de seis meses, tras la constante cancelación de sus servicios. Habían pasado más de diez años, pero su hijo tiene el resentimiento y la juventud suficiente para tratar de que pagáramos lo cometido. Acepto que mi padre es un delincuente que ha acabado con montones de vidas por manejar sus negocios con agresividad y actividades subterráneas, pero era también el hombre que me había enseñado a montar en bicicleta y a pronunciar mi nombre con orgullo. Yo no podía cambiar la reputación de la familia Song pero, desde luego, sí podía proteger todo lo que habíamos construido e incrementarlo.
-Interesante- sonrió el representante del hotel.
-Arrogante, más bien- refuté hablando en chino-. En realidad, iba a hablar del presupuesto, ¿es todo lo que están dispuestos a invertir?- el hombre asintió-. Mi recomendación es que detenga el plan de renovación y vuelva a considerarlo dentro de uno o dos años.
-¿No puedes trabajar ajustado, Song?- LuTao trató de molestarme.
-No.- Apoyé la espalda en mi asiento y rechacé la sugerencia con un movimiento de la mano-. Quédatelo Weng.
LuTao parpadeó.
-¿Me tomas el pelo?
-En lo absoluto- repuse-. Bien, creo que esto está terminado- me puse de pie y abroché mi saco-. Quizá y esto sirva para animarte un poco Weng.
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Uno en un millón.
Fanfiction¿Crees en el destino? ¿Las almas gemelas? Más que una idea irrealista, el suponer que existen es completamente avaricioso y egoísta. A WoonBin, le habían enseñado de contabilidad en su prestigiosa escuela, y había caído en la deducción que era una...