Corea del Sur. Tres años después.
Estaba acomodando mi vinnie rosa palo sobre mi cabeza, peiné mi flequillo con los dedos, colocándolo a un lado. Inspeccioné mi maquillaje, no solía maquillarme demasiado para ir a la escuela, pero había amanecido con unas oscuras ojeras. Había estado despierta hasta tarde. Presentaría en unos días mi colección de invierno en la Fashion Week de Milán, Italia.
Era la primera vez que hacía una colección exclusiva para hombres, así que no podía darme el lujo que de fuera menos que perfecta.
Di un paso hacia atrás, y estiré mi saco blanco de pana. Inspeccioné mi aspecto antes de colocarme los guantes blancos. El frío en Corea en épocas decembrinas era algo que no se podía tomar a la ligera.
Mi teléfono vibró sobre mi tocador. Era WooBin.-Mi reina- su voz me hizo sonreír-. ¿Cómo dormiste?
-Muy bien, cielo-. Pude sentir su sonrisa al otro lado de la línea-. ¿Tu dormiste bien?
-Sí- escuché que apagó el auto-. ¿Demorarás? ¿Debería subir?
-No hace falta. Voy en camino.
-Muy bien, te espero entonces.Mi habitual llamada matutina con mi prometido, terminó. Apresuré a estirarme los calcetones negros hasta la altura de mis muslos. Me enfundé mis botas de tacón del mismo color y salí de mi Penthhouse. Había venido a vivir a un exclusivo fraccionamiento en el distrito de JungGu desde hace tres años. Mis padres no consideraron que fuera necesario comprar una casa grande si era yo la única que viviría en ella, y más si lo haría por unos cuantos años. Estaba de acuerdo con su decisión. Los ambientes amplios y solitarios se habían vuelto cómodos, al igual que la sensación de libertad que me producía mi independencia parental, aunque bueno, pese a que tenía diecinueve años y comprometida, no lograba salvarme de sus visitas ocasionales ni de sus llamadas una vez por semana.
El portero se inclinó abriéndome la puerta. Salí del edificio, encontrándome a mi futuro esposo Song WooBin recargado en su deportivo amarillo. Su rostro había madurado con el pasar de los años, dándole un aspecto salvajemente hermoso, sus mejillas y su boca cincelados a la perfección, su gesto seguro y un poco arrogante. Completamente masculino.
Al verme sonrió. No importaba cuanto tiempo pasara, él siempre lograba agitarme el pulso. Iba tan bien vestido con su pantalón negro y gabardina marrón. Con pasos lentos me coloqué frente a él.-Buenos días- le saludé.
-¿Siempre serás hermosa?- preguntó a respuesta.
Me abrió la puerta del auto y me ayudó a entrar. Me senté sobre el sillón de piel, antes de colocar las piernas dentro del vehículo. WooBin cerró la puerta y rodeó el auto con elegancia y porte. Al sentarse frente al volante, vi que tomó un jugo de naranja del portavasos.
-Dime que sí desayunaste- trataba de no ser entrometida en la vida de WooBin, pero me era imposible no preocuparme por sus repentinos días de descuido hacia su salud.
Soltó una pequeña risa. Apretó mi muslo.
-Sí desayuné, no te preocupes. Simplemente se me ha antojado.Luego de veinte minutos, llegamos a nuestra preparatoria. El prestigioso colegio ShinHwa, reconocido mundialmente por sus grandes egresados exitosos. Me había matriculado cuando me instalé en este país. Los primeros días fueron complicados, pero gracias a WooBin y sus amigos, logré aprender el idioma con rapidez.
WooBin mantuvo su caballerosidad habitual, y me ayudó a bajar de su deportivo. Entrelazamos nuestras manos apenas estuvimos juntos. El olor a madera de su colonia me embriagó la nariz. Cerré los ojos con suavidad, dejando que la corriente eléctrica terminara de recorrerme el cuerpo. Al principio, había supuesto que esta sensación era gracias a un enamoramiento juvenil y pasional, pero por más que pasaban los meses, no desaparecía. A veces me asustaba. Excluyéndolo a él. No había nadie con quien deseara estar.
Caminamos hasta la entrada principal del edificio. Alguien se nos emparejo. So YiJung, el mejor amigo de WooBin. YiJung era un hombre bien parecido, de cabello oscuro y fama de casanova. Se movía con la gracia de un antílope y vestía siempre impecables trajes de tres piezas. Había sido de gran ayuda cuando confeccioné los míos.
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Uno en un millón.
Fanfiction¿Crees en el destino? ¿Las almas gemelas? Más que una idea irrealista, el suponer que existen es completamente avaricioso y egoísta. A WoonBin, le habían enseñado de contabilidad en su prestigiosa escuela, y había caído en la deducción que era una...