Rosas, el dolor que me causaron

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—Percy tengo miedo —dijo bajando la mirada.

Ella podía ver la furia en sus ojos verdes y eso era le provocaba un sentimiento tan intenso como ver las embravecidas olas en el mar.

—No tengas miedo —susurro apartando el cabello de su rostro—. Estoy aquí y nada va a pasarte ni a ti ni a nuestro hijo.

—Justo por el bebé es por lo que tengo miedo —susurro casi silenciosamente.

Él la miro esperando a que terminara de desahogarse.

—Tengo tanto miedo de que tú no seas el padre de mi bebé —miro sus manos—, tengo miedo de que el bebé sea de Zeus.

Y justo esas palabras terminaron con la poca calma que quedaba en él entonces Percy se levantó de la cama.

—¿A dónde vas? —le pregunto levantándose rápidamente para ir tras él—. ¡Percy!

—Esto no se va a aquedar así —dijo cuando ella lo tomo del brazo.

—No, por favor —dijo tratando de retenerlo—. No quiero que comentas una locura. Quédate aquí conmigo no me dejes sola por favor.

Percy se apartó de ella pues el sentimiento de una profunda ira lo dominaba y ver el miedo en su mirada solo empeorará más las cosas.

Él quería hacerle pagar a Zeus por todo el daño que les había hecho.

Venganza, era algo deseaba con tantas ansias.

—Esto es demasiado, no puedo con ello —dijo saltándose de su agarre.

—¿Qué es lo que no puedes? —pregunto Annabeth con dolor al verlo marcharse—. Ya no puedes seguir con nuestra relación. Ya no me quieres por lo que Zeus hizo —lloro sintiendo un agudo dolor en el pecho—. Ya no quieres seguir conmigo porque no puedes soportar no ser el padre de mi hijo.

—¡No!

—No —susurro sorprendida por su respuesta.

En ese momento el mundo se desmoronó para ella, él ya no la quería en su vida. Su deshonra había sido algo más de lo que él había podido soportar.

Sin darse cuenta las lágrimas descendieron sobre su rostro al mismo tiempo que sus rodillas perdían su fuerza llevándola a caer contra el duro suelo.

Lo había perdido.

Había perdido a su verdadero amor a aquel que siempre había estado para ella, con quien creyó que envejecería y con quien soñó al fin alcanzar la felicidad.

Sollozo sintiendo que el oxígeno se negaba a llegar a sus pulmones, sintiendo la miseria y el dolor estallar en todo su cuerpo, su cabeza latía con agudas punzadas que poco a poco le hicieron perder la consciencia.

—Annabeth —la llamo Percy con preocupación al verla caer. Se apresuro rápidamente hasta ella—. Annabeth me estas escuchando, Listilla —Percy trato desesperadamente de hacerla reaccionar, pero ella parecía estar perdida sin escuchar ni ver nada—. Listilla por favor reacciona... entendiste mal yo no quise decir que ya no te quiero —explico con desesperación—. Yo no estaba dejándote ni a ti ni al bebé.

Percy siguió tratando de hacerla regresar sin lograr nada, mientras ella se hundía más y más en el dolor.

𝓡𝓞𝓢𝓐𝓢 𝓟𝓐𝓡𝓐 𝓐𝓝𝓝𝓐𝓑𝓔𝓣𝓗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora