Una oferta tras las Rosas

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─Mamá puedo pedirte un favor ─pregunto Annabeth mirando hacia los tormentosos ojos grises de su madre.

─Dime, ¿qué es lo que necesitas?

─Podrías hablar con él, tal vez tratar de convencerlo de que se aleje de mí ─sugirió.

─Me encantaría poder hacer eso hija, pero me temo que no serviría de nada. Él no es de los que desiste tan fácil o acepta una negativa ─murmuro mirándola con temor.

─Es que no entiendo ¿por qué entre todas tenía que fijarse en mí? ─murmuró con cansancio─. Se que soy bonita, pero en el campamento hay muchas chicas mucho más bonitas que yo empezando por toda la cabaña de Afrodita.

─Intentar menospreciarte no cambiara lo que eres ─le dijo con reprensión─. Eres muy hermosa por fuera, pero la belleza que realmente importa es la que llevas dentro, es esa que te hace ser quién eres ─explico─, quien marca tu identidad y déjame decirte que tu belleza interior es incluso mucho mayor que la exterior.

─Estoy totalmente de acuerdo con Atenea ─afirmo apareciendo de la nada─, eres la mortal más hermosa que ha pisado la tierra en muchos siglos eres incluso más hermosa de lo que fueron Alcmena y Danae. Tu belleza solo se compara con la de Metis mi primera esposa.

Los ojos grises de Annabeth lo observaron con temor.

Una cosa era que supiera que era él por su carta y lo que Afrodita y su madre habían descubierto y otra muy distinta era tener al mismísimo Zeus frente a ella diciéndole esas cosas mientras la miraba tan intensamente que le provocaba la sensación de querer hacerse pequeñísima y esconderse tras su madre.

─Yo...

─Atenea quiero hablar con Annabeth a solas ─dijo el rey de los dioses a su hija.

─Lo siento padre ─respondió sabiendo que su negativa podría traerle muy malas consecuencias─, pero no voy a dejarte solo con mi hija. Ella está muy incómoda con tu cortejo. Annabeth no está interesada en tener una aventura contigo.

─Hasta donde tengo entendido Annabeth es capaz de hablar por si sola ─dijo mirando a Atenea con sus fríos ojos azul eléctrico.

─Lo que dice mi madre es verdad ─expreso armándose de valor─. Yo no deseo una aventura con usted.

─Piénsalo bien Annabeth yo podría darte todo lo que me pidas, todo lo que quieras será tuyo incluso la inmortalidad si lo deseas.

─No necesito pensar nada, no cambiaré de opinión.

─Muy bien, entonces esa es tu última palabra.

─Lo es —dijo totalmente convencida.

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