...Rosas de la venganza

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Rayos y destellos aparecían por doquier mientras la inminente batalla final era librada. Afuera las calles del Olimpo eran un verdadero infierno sangriento en el que dioses, semidioses e inmortales luchaban por ganar.

Entre espadas y flechas y una joven corría, sus ojos verde mar brillaban ante la tentación de la batalla esa que había esperado por tanto tiempo.

─Sally ¿Qué estás haciendo aquí? ─pregunto la voz de Percy al verla correr entre la multitud.

Ella se detuvo sabiendo que posiblemente le espera un regaño por estar ahí y sobre todo por haber escapado del palacio de su abuelo.

─Antes de que me regañes escúchame ─pidió deteniéndose frente a él─. Mamá lucho en esta guerra, tú lo estas asiendo incluso Aty lo está haciendo en estos momentos.

Percy la miro intensamente sabiendo ya lo obstinada que era su hija.

─Se que quieres luchar, nunca has podido mantenerte quieta Annabeth decía que eras igual a mi ─sonrió─ y en verdad lo eres, pero entiende no quiero que nada te pase, no pude evitar que Aty entrara en esta guerra, pero si puedo hacerlo contigo ya perdí a tu madre no soportaría perder a ninguna de las dos.

─Te entiendo papá, pero solamente quiero ayudar ya no soy una niña puedo protegerme sola. Quiero luchar junto a ti junto a mi familia.

─Está bien ─Percy tomo la mano de su hija─ entonces luchemos juntos ─dijo posando su mirada en la estruendosa batalla del Olimpo.

Ella saco su daga mientras Percy hacia a parecer a contracorriente y entonces ambos cargaron contra el enemigo.

[***]

─Eso es todo lo que tienes ─grito la rubia lanzando un nuevo ataque contra él.

─Eres demasiado arrogante y orgullosa niñita, pero ni siquiera eso será suficiente para vencerme.

─Eso lo veremos.

Los ataques siguieron durante horas mientras cada uno daba sus mejores golpes, golpes que poco a poco comenzaron a debilitarlos.

─No sabes cuánto te odio ─lanzo estocada tras estocada cargadas de una potente electricidad─, por tu culpa no pude tener una vida normal, por tu maldita culpa perdí a mi madre.

La ira y el deseo de venganza se había apoderado de ella pues deseaba con todo su ser destruir al dios que tenía justo en frente. Entonces solo se dejó llevar por el dolor y la rabia atacándolo sin piedad con el único objetivo de acabar con su propio dolor.

Después de la descarga de toda su ira Zeus cayó derrotado frente a ella. Derrotado, pero no acabado.

Aty se arrodilló frente a él, mientras el icor dorado emanaba de las cuantiosas heridas del rey de los dioses.

─El karma es muy justo ¿no te parece? Destruiste a tu padre y hoy yo te destruyo a ti ─lo miro sin ningún sentimiento─. Dime ¿Porque el alma de mi madre no fue al inframundo?

Zeus la miro con una mirada extraña.

─Su alma está atada a mi existencia ─sonrió fríamente─. Esa fue la única manera en que pude tenerla.

─Eres un maldito, le jodiste la vida y ni siquiera muerta la dejaste en paz ─expuso con coraje─. Nunca debiste haber puesto tus ojos en mi madre, ese fue tu peor error ─grito atravesando el pecho del dios para destrozar su divinidad desde dentro llevándose con sigo su inmortalidad.

─Espero que el olvido sea un tormento para ti ─dijo y entonces clavo su espada en el frío corazón del dios.

Entonces la batalla paro mientras todos veían el cielo estallar entre feroces rayos mientras la esencia de Zeus se disipaba en el vacío.

Atenea se levantó justo cuando el cuerpo inerte del dios del cielo se desvanecía y una extraña luz gris se desprendía de su ser al fin liberándose de su tormento.

─Te he vengado madre ─dijo con lágrimas al ver la luz ascender al cielo─ al fin encontraras la paz.

Atenea salió del gran salón en busca de su padre y su melliza, aunque no tenía la certeza de que Sally estaba ahí ella sentía su presencia cerca como hace tantos años no lo hacía.

Camino por las destrozadas calles del Olimpo y entonces la vio, ella se encontraba arrodillada sobre la acera, corrió hasta ella y entonces se llevó las manos al rostro.

─No, no ─dijo tratando de contener el llanto. Atenea se arrodilló junto a su hermana.

─Fue mi culpa, nunca debí venir ─susurro con la voz entrecortada y los ojos llenos de lágrimas─. Ese ataque era para mí y... él se interpuso.

─Tranquila... hija ─murmuró Percy en agonía mientras la vida lentamente se escapaba de su ser─ tú no tienes... la culpa. Este era mi destino ─Percy poso su mirada verde en los enrojecidos ojos azules de Atenea─. Lo hiciste hija.

─Si papá al fin vengamos a mamá ─dijo tomado una de sus manos manchadas de sangre─. Estarás bien... y al fin seremos una familia los tres.

─Si papá ─coincidió la ojiverde─ estarás bien, tienes que estar bien.

─No hijas ─suspiro con cansancio─ mi destino llegó a su fin y antes de irme... quiero que sepan que las amo y... que estoy muy orgulloso de las dos.

─Papi, no puedes dejarnos te necesitamos.

─Se que son unas chicas fuertes

─apretó sus manos tratando de reconfortarlas─ y aunque yo no esté siempre se tendrán la una a la otra... las amo ─les dijo con su último aliento.

Ambas lloraron al verlo morir. Atenea abrazo a Sally intentando reconfortala, aunque a ella también le dolía la muerte de su padre de las dos siempre había sido la más fuerte.

Mientras Sally sollozaba en su hombro Atenea vio otra vez esa extraña y cálida luz grisácea ella pensó que la esencia de su madre se había ido, pero ahora al ver como del cuerpo de Percy una extraña luz verde mar salía ascendiendo hacia el cielo comprendía que ella lo estaba esperando a él para al fin partir juntos hacia la eternidad.

Las luces se encontraron mientras Atenea y Sally las observaban con una sonrisa

Siempre y cuando estemos juntos.

Entonces después de tantos años y tanto dolor juntos partieron hacia los campos Elíseos para al fin amarse por toda la eternidad. 

 

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