Los capullos de una rosa

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Todo estaba listo para el viaje menos el destino.

Pues justo cuando ellos se disponían a irse el parto de Annabeth se adelantó a causa de los antiguos incidentes que ya había tenido con su embarazo.

Dos semanas había pasado desde que ella había dado a luz, desde que las dos pequeñas habían nacido.

Ahora Annabeth se encontraba en frente a un cristal que la separa de las incubadoras donde se encontraban sus hijas.

Sus adoradas princesas, las observo a ambas y recordó el maravilloso sentimiento que la embargo cuando las sostuvo entre sus brazos.

Ambas eran tan distintas y a la vez perfectas. La primera en nacer había sido Sally la habían llamado así en honor a la madre de Percy ya que ellos coincidían en que la pequeña tenía la cálida sonrisa de su abuela, la pequeña era tan hermosa tenía la piel rosada, el cabello azabache y los mismos y brillantes ojos verde mar de Percy.

Cuando ella y Percy la vieron sintieron tanta paz, aunque ninguno de los dos lo dijo.

Y entonces nació la segunda melliza a la que habían nombrado Atenea en honor a su madre. En cuanto la pequeña Atenea nació supo que ella era diferente, podía sentir que la divinidad era mayor que la de la pequeña Sally y en cuanto vio sus intensos ojos azul eléctrico resaltar contra su cabello rubio confirmo lo que tanto había temido. La pequeña Atenea era hija de Zeus.

Ambos lo habían confirmado, pero aun así Percy le había prometido nunca hacer diferencias entre ellas.

—¿Qué te dijo Will? —le pregunto al verlo llegar.

—Él dice que ya podemos llevarnos a las niñas a casa —dijo observándolas con adoración.

[***2 horas después***]

—Por fin mis princesas están en casa —declaro mientras las sostenía a amabas en brazos.

Annabeth sonrió al verlo.

—Te ves bien de Papá.

—Yo creo que las que se ven lindas son ellas —dijo dándoles un beso a cada una en las mejillas.

—Si, pero ahora estas linduras necesitan que las llevemos a dormir.

Percy le dio a Sally quedándose con Atenea entonces ambos fueron a recostar a sus pequeñas mientras se aseguraban de que estuvieran bien.

—Son realmente hermosas —susurro Percy abrazándola antes de salir de la habitación.

—Lo son —coincidió cuando vio a la pareja desaparecer tras la puerta.

Se acerco a las cunas donde las niñas dormían.

—Eres realmente una preciosura —dijo admirando a la pequeña azabache—. Tu eres la única que debió nacer.

Su mirada cambio de dirección hacia la cuna donde dormía la pequeña rubia.

—En cambio tu eres un error, una mancha que debe ser borrada —acaricio la pequeña y sonrosada mejilla de la pequeña —. No eres más que el símbolo de la deshonra y la traición. Realmente odio a tu madre, pero, aunque no me guste aceptarlo todo esto fue culpa del infiel de mi esposo —la sacó de la cuna y la sostuvo en brazos—. No te preocupes nena solo voy a salvarte de la horrible vida que te espera al ser una semidiosa y que mejor manera de salvarte de tu destino que evitando que lo vivas.

𝓡𝓞𝓢𝓐𝓢 𝓟𝓐𝓡𝓐 𝓐𝓝𝓝𝓐𝓑𝓔𝓣𝓗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora