En la Onceava Rosa Roja

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─¡Ay no! ─murmuro al despertar y encontrar otra rosa junto a ella─. No quiero más rosas, con todo respeto no estoy interesada ─murmuró con el frenético latido de su corazón, después de lo que le había dicho Afrodita no había podido dormir bien.

¿Qué voy a hacer? Tranquila, tranquila todo va a estar bien.

Se levanto de su cama y entonces encontró una nota dorada bajo su almohada. Al parecer esta vez la rosa no había venido sola.

─Para la semidiosa más hermosa ─leyó con voz temblorosa─. Ninguna otra semidiosa había logrado cautivarme tanto como tú lo has hecho.

Annabeth soltó la nota como si esta quemara al leer la firma en ella. Al caer al piso la nota desapareció.

[***]

─Hola Annabeth.

─Hola listilla.

─Hola ─saludo a los chicos algo desanimada al verlos llegar.

─¿Qué te pasa Listilla? ─le pregunto el ojiverde pasando un brazo sobre sus hombros.

─No pasa nada ─respondió sin ganas.

Piper la miro extrañada por su actitud.

─Ya decidiste hablar con mi madre.

─N... no ─dijo nerviosa─ y sabes que ya deja eso por la paz.

─¿Pero por qué?

─¿Ya no encontraste otra rosa hoy? ─le pregunto Percy.

Recuerda es mejor que no le digas nada a nadie sobre esto y mucho menos a Percy.

─N...no ya no encontré ninguna rosa ─mintió─, tal vez solo era una broma.

─Tal vez ─Percy sonrió y le dio un ligero beso.

─Ya van a empezar ─dijo Piper para molestarlos─, mejor me voy antes de que me vuelva diabética con tanta miel.

[***Más tarde***]

─Oye Piper ─la llamo nerviosa─, me acompañarías al Olimpo.

─Al Olimpo.

─Si, es que tal vez termine un poco tarde y no me gustaría regresar sola.

─Lo siento, de verdad me gustaría acompañarte, pero ya quedé con Jason. Porque no le dices a Percy él estaría más que feliz de pasar la tarde contigo.

─Ya se lo dije, pero el Sr. D no lo dejo ir conmigo al parecer el entrenador Hedge le dijo algo.

─Él entrenador es un chismoso ─dijo riendo.

[***Dos horas después, en el Olimpo***]

Annabeth trabajaba en uno de sus planos sin poder concentrarse del todo ya que desde hacía un rato tenía la sensación de que alguien la observaba.

De pronto ella se sobresaltó al sentir a alguien tras ella.

─¡Madre! ─dijo con el corazón a punto de estallar al darse la vuelta─. ¿Qué haces aquí?

Atenea la miro.

─Vine a hacerte compañía ─dijo sentándose junto a ella─. Estas asustada ¿no? ─susurró pasando una mano por su cabello─. Afrodita me dijo lo que está pasando.

─Y...yo ─suspiro cansada─. Si, tengo miedo ─le confesó a su madre.

─Tranquila yo voy a estar contigo, voy a acompañarte en tu trabajo todos los días hasta que termines ─le prometió─. Y si me necesitas no dudes en llamarme. Eres mi hija y estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para protegerte.

─Gracias mamá.

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