Reflexión

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Resulta complejo elegir el momento idóneo en el que comenzar la narración de una historia que es tan tuya, como es la luna de la humanidad. Asimismo adoptar el rol de narrador en una trama en que, en lugar del protagonista eres un extra que provoca severos giros argumentales por su afán de... ¿Cómo explicarlo...? Hacer lo que le da la gana; es igualmente complicado. No obstante, este libro no es más que un diario de aventuras escrito para homenajear a la persona que amo. Y conociéndolo, le gustará tanto si empiezo al derecho que si lo hago al revés.

Considerados estos puntos, he decidido llenar la primera página con los sucesos de un día perdido en mi calendario. Una fecha anónima de mediados de un junio con clima de abril, donde las cortinas blancas ondeaban libres a mis espaldas y el típico olor a páginas marchitas pero más vivas que nunca te golpeaba la nariz en el justo momento en que te detenías en el umbral de la puerta.

Mi habitación.

De nuevo estaba entre sus brazos, ahogando inútilmente el llanto en la tela de su bufanda. Una calidez superior a cualquier otra se regaba por mi piel conforme las manos de mi madre palmearon mi espalda y cabeza.

̶—Murió, mamá. ¿Por qué tuvo que morir?

Su gesto de preocupación me pasó desapercibido en aquel momento, todo cuanto mis ojos procesaban era la oscura pared del interior de mis párpados; sus dedos ajustaron la bufanda verde alrededor de mi cuello y se limitó a escuchar mis lamentos.

̶—Todos son injustos, viendo a los demás batallar para sobrevivir, quietos y sin evocar queja. Así pasa con los que ven a esos que ven y no accionan, y con los que ven, a los que ven que ven y no accionan. ¡Todos me molestan!

Acalló mis protestas con un bajo siseo, toda su paciencia enfocada en mí y mi ataque.

̶—A ver, Kookie, ¿qué sucedió?

Tomé aire temblorosamente antes de mirarla a los ojos, las lágrimas en los míos dificultando el proceso.

Me calmé…

¿Debería subrayar las frases que narro con ironía? En tal caso, decir que me calmé en aquel entonces merece la primera línea horizontal en la falda de las letras.

Como decía, me calmé.

Mi anterior descanso se vio opacado por la rabia del engaño, la traición de ver mis esperanzas aplastadas.

̶—¡Ellos no son Romeo y Julieta! —exclamé volviendo a una impetuosa carga que me separó del regazo de mi madre y me impulsó a mirar directo a sus ojos, tan semejantes a los míos—. ¿Veneno? ¿En serio? ¡¿Frutas venenosas?! Por favor, ¿acaso al famoso sinsajo no se le ocurrió nada mejor que morir?

Mi madre asintió reprimiendo con éxito la mueca confusa. Prosiguió tendiéndome la taza de chocolate caliente que había dejado olvidada sobre uno de los tantos montones de libros en mi habitación.

̶—Por supuesto, hijo. ¿De cuál libro se trata esta vez?

Sorbí los mocos molesto por la tranquilidad con la que estaba llevando una situación tan alarmantemente delicada.

̶—Los juegos del hambre, primer libro.

̶—¿Cuántos son?

̶—Tres libros —bufé, incrédulo por su forma para nada sutil de cambiar el hilo de la conversación.

«¡Peeta se muere, mujer, comprende!» era todo cuanto resonaba en mi cabeza.

Su sonrisilla me pasó tan desapercibida como el choque de mi meñique contra la silla; enormes eran las ganas de echarla de mi palacio por su nivel de frialdad ante la crisis.

Mi panadero… Primero se lo intentaban comer los perros y luego resultó que a la chica de fuego —muy fría como para esa expresión he de agregar—, se le ocurrió ofrecerle unas frutas venenosas para morir heróicamente.

Sabes que estoy en crisis cuando me refiero a mi hermoso y explosivo Sinsajo de forma despectiva.

Amén.

̶—Si mueren los protagonistas en el primer libro, ¿cómo piensa el escritor continuar la trilogía?

Abrí la boca de par en par, me aparté de su abrazo y recuperé el libro del borde de la ventana, donde se agarraba con sus patitas invisibles para no caer sobre el pasto húmedo del jardín.

̶—¿Entonces no van a morir? Porque no tienen hijos y el crecimiento de la hermana, me importa bien poco en comparación a lo demás—. Murmuré todavía desconfiando de la crueldad del escritor.

Estaba herido, ¿vale? Soy sensible…

̶—Jungkook, volviste a hacer lo mismo, ni siquiera llegaste al final del libro. ¿Qué hemos hablado de eso?

Inflé los mofletes como todo adulto de dieciocho años haría y la miré con expresión victimizada.

̶—¿Y ahora de qué hablas?

̶—Te precipitas con todo, Jeon. No es sobre quedarte en lo superficial, es cuestión de que nunca compruebas.

̶—Ahora ni llorar puede uno… —  Susurré deslizando la mirada por la página aleatoria, sin detenerla en ninguna palabra específica.

—Sabes de lo que te estoy hablando, hijo… Cuando das un vistazo por segunda vez, puede cambiar lo que creíste ver en un primer momento.

̶—Lo que tú digas, ma. Déjame tranquilo ahora, quiero leer y no me dejas.

Con eso me gané un "tierno" manotazo en la cabeza, producto de una cuarentona ofendida.

No escuches a tus padres… Porque luego no tienes la infalible excusa: “Nadie me lo dijo, nadie me preparó para esto…”

Ojalá y el mundo no confabulara para restregarte en la cara que tu madre tiene la razón.

Against My Nature [Taekook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora