Salvarlo

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Tanto Hoseok como yo teníamos nuestros propios problemas. Él no preguntó nada ni pidió por su llave, se limitó a acompañarme en silencio el camino de regreso.

Para su ventaja el día no era en exceso soleado, como parecía serlo en el exterior del espacio al que nos llevó la madre del códice. La llave que me entregó estaba protegida en un cofrecito que solo podía ser abierto a mi voluntad. Si se notaba su ausencia, o su presencia en aquel mundo de seguro la recuperarían y nada de esto tendría sentido.

Lo que se hacía o dejaría de hacer con aquella llave era puramente mi decisión.

"Decisión"

“Nada es más difícil y por lo tanto más querido que ser capaz de decidir” dijo Napoleón Bonaparte.

Y tenía razón, joder que la tenía.

Chisté para mí interior por las altas ganas de escupir groserías por doquier, o la sensación de querer hacerlo porque a lo muy real solo estaba cansado. Me pesaba todo.

Sin embargo y porque el viaje era en tren, lejos de dormir mi mente recorrió una y otra vez el pasaje antes vivido. Debía aprovechar a Hoseok a mí lado para que contestara mis preguntas, que aún me quedaban más, por supuesto.

El asunto que tenía relación estrecha con él era la promesa que me había hecho, y en la que había perdido la poca confianza que tenía. Que más que confianza, deposité esperanzas.

Y ya estaban perdidas.

¿Por qué?

Porque él me prometía un escape en el cuál estaría tranquilo con las dos personas más importantes de mi vida —que recién había descubierto eran también las personas más importantes para la vida del otro—, pero eso iba en contra de sus planes para mí.

A fin de cuentas, tenemos un enemigo en común, y sacaríamos partida de eso de alguna forma.

Me puse a pensar... Y pensé, y continué pensando mientras el tren serpenteaba por los campos en dirección a la ciudad.

Hasta que mi voz rompió el silencio, dejé la curiosidad sobreponerse a la ansiedad, para mantener la cabeza fría.

—¿Por qué te importa tanto lo que le pase a este mundo si hay muchos más?

Esa duda surgió desde que la señora me dijo que los hijos del códice eran lo único irrepetible.

Si hay tantos, si todo de cierta forma es igual y reemplazable.

Entonces, ¿qué impulsaba a los dedales a rebelarse para salvar algo?

Los ojos de Hoseok brillaron naranjas unos segundos en mi dirección y luego se perdieron del otro lado de la ventana, habló despacio—: Para nosotros... Ustedes los seres humanos —y sus derivados en los mundos paralelos— son como perritos. Son seres indefensos, torpes y tiernos. Y para ti puede de seguro ofenderte que compare a los de tu especie, a los que les tienes tan poco aprecio y fé, con entes tan puros como los perritos. Pero así funciona para nosotros.

Golpeteaba el cristal con la yema de los dedos.

—Imagina un mundo de perritos que no saben qué hacer. Sus habilidades para comunicarse son deplorables, se dejan llevar por impulso e instintos estúpidos, lo echan todo a perder si les dejas espacio. Y lo único que te hace vigilarlos y esforzarte por ellos es cariño y la sensación de que te necesitan—desprendió su aliento cálido en el cristal y dibujó un muy simple perrito. Con círculos, óvalos y rayitas—. A ti te parece que te hemos arruinado la vida, pero intentamos salvar un mundo entero de perritos, eso es todo. La única diferencia es que tenemos distintas formas de hacerlo, y estás confundido por eso.

«Imagino que para ver a los humanos como perritos, los hijos del códice deben sentirse muy solos... Así como nosotros la mayor parte del tiempo.» pensé para mis adentros en aquel entonces.

Con un asentimiento continué nadando en mis pensamientos, hasta que reconocí la entrada de la ciudad y supe que las preguntas que quería evitar tendrían que llegar antes de que le perdiera el rastro.

—¿Contabas con que me dijera todo?

—Sí.

—¿Sin importar cómo eso afectaría tus planes?

Hoseok suspiró y se vió extremadamente delgado debajo de aquel traje, como si le quedara grande.

«Un suéter le quedaría mucho más lindo y natural. Algo así como amarillo»

—Si acerté en la impresión que tengo de ti, harás justo lo que creo que harás. Solo escribe en el cuaderno de dibujo, yo acudiré a ti.

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El apartamento de Taehyung era el último lugar en el multiverso que quería pisar en aquel momento. Verlo me resultaría demasiado abrumador y aunque era una pésima idea mostrarme por la calle después del suceso de la mordida al alfa y tal, necesitaba caminar. Bueno, vagar por ahí, para ser más precisos.

No quería aclarar cosas con Namjoon, ni ver a mi madre —a la que ya podía llamar mi madre, porque por muy pesada que me hubiese resultado en un inicio y por muy poco que me reconozca como su hijo, lo era, en realidad sí lo era—, tampoco quería encontrarme con los omegas, ni con Yoongi.

No quería ver a nadie.

A nadie.

Ni siquiera a mí mismo.

Y la tarde como pocas veces salió como yo quería, pude caminar arrastrando los pies por las calles y los parques sin que nadie me interrumpiera, sin una desgracia esperándome en la esquina. Me vino bien descansar; necesitaba mi cabeza en silencio por un tiempo, al menos comprobar si aquello era posible.

Y lo era.

Para mi alivio fue posible apagarla.

»Si podía vivir así, como un fantasma en mi cuerpo, o como una marioneta que existe hasta morir entonces podría...«

Abrí la puerta del apartamento y un olor a chocolate acudió a mi nariz.

»Sí, definitivamente podría, si me esforzaba lo suficiente...«

Taehyung salió de la cocina con un delantal marrón y las manos a cada lado de su cintura, interrogante y supuestamente enojado por mi ausencia.

»Podría...«

—Te salvas de no haberte mojado, porque le ibas a pegar la gripe a la madre que te parió.

»Podría salvarlo.«

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⏰ Última actualización: Nov 19, 2022 ⏰

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Against My Nature [Taekook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora