Capítulo 8

904 99 46
                                    

Pov. Matías

—Todavía no sé como se enteró —admitió Lit—. Los únicos que sabían no habían dicho nada, bastantes siquiera conocían a Paulo. Pensé que la persona que se lo dijo a Paulo te lo había dicho a vos... Pero bueno, ya veo que no. —finalizó, dándole la última calada al porro.

Nos quedamos en silencio mientras yo procesaba todo lo que Lit me acababa de contar, tratando de comprenderlo.

Definitivamente no estaba de acuerdo en que se acostara por dinero, el no era ningún objeto que pudiera alquilarse o venderse, y menos por tan poca cantidad, pero tampoco pensaba expresar mi desacuerdo, no quería discutir con él de nuevo, y menos quería perderlo.

Suspiré, atrayendo su atención.

Sentí sus iris analizarme en silencio.

Lo miré.

Nos quedamos un rato mirando, hasta que finalmente recostó su cabeza en mi hombro.

Lo abracé por los hombros para que estuviera más cómodo.

Ninguno tenía nada que decir, y el silencio era agradable, solo se escuchaba el bullicio y la música lejana, después de todo, estábamos bastante apartados del resto.

—¿Estamos bien? —preguntó Mauro, y pude sentir el ligero temblor en su voz.

—Estamos bien. —respondí con total sinceridad, apoyando mi cabeza sobre la suya.

Nos acurrucamos un poco y nos quedamos de esa forma, en un cómodo silencio.

Nunca antes habíamos estado así de cerca, al menos antes de que tuviéramos sexo, claro. Pero era una cercanía diferente.

Me sentía cómodo con Lit entre mis brazos, con nuestros cuerpos tan juntos, sintiendo el calor que emanaba.

—¿Te acordas cuando se te rompió la bicicleta? —dijo, repentinamente.

Me sorprendí por el tema que había sacado, pero recordaba bien esa vez.

—Si, me acuerdo. —respondí.

—Los dos nos caímos de la bici... —sin verlo, sabía que estaba sonriendo.

Recordaba bien ese momento, los dos íbamos en mi bici, yo pedaleando y el atrás. Recordaba que al principio evitó el contacto, pero tras casi caerse, se había abrazado y pegado a mí. Yo en ese momento estaba hecho un manojo de nervios, después de todo, era por ese tiempo que había empezado a pensar en lo atractivo que era Lit.

—Me torcí el tobillo por tu culpa. —recriminó.

—Ey —me quejé—, vos fuiste el boludo que perdió la sube y no pudo volver a casa —le recordé—. Además era de noche, es normal que no haya visto una piedra.

—Ajá, si, como digas. —bufó.

—Incluso te llevé cargando en mi espalda hasta casa. —rememoré.

—Mmh, no lo recuerdo. —respondió con diversión, acurrucándose.

—¿Como te vas a acordar? Te dormiste casi al toque después de haber estado llorando, y fui yo el que tuvo que caminar 10 cuadras con un peso muerto en la espalda. —bufé, escuchando a Mauro reír, lo que inevitablemente me sacó una risa también.

Me di cuenta que realmente quería que ese momento fuera eterno.

Estar así con Mauro era demasiado agradable, calmo.

—Pero yo fui quien cocinó —rememoró—. Y te había encantado, gil.

—Mauro, los fideos estaban pasados y con demasiada sal. —me quejé, a lo que se apartó para verme, completamente indignado.

S.L.U.T. [Litcko]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora