Capítulo 18

744 89 51
                                    

Pov. Mauro

Me abracé con más fuerza a Matías, arrepintiéndome al instante de lo que había dicho, pero ya estaba hecho.

—¿Qué? —cuestionó, claramente sorprendido.

—No quiero hablar de eso ahora, por favor... —pedí, todavía oculto en su cuello.

Fuera cual fuera la respuesta, no sentía que fuera el momento para hablar de esas cosas, y no creía tampoco poder soportar un rechazo en este momento.

Así que, por más egoísta que fuera pedirle no hablar de eso, se lo pedí.

Noté que asintió con suavidad, y luego sentí sus manos mimando suavemente mi espalda, en un silencio cómodo, doloroso pero necesario.

—Perdón... —susurré bajito, logrando finalmente dejar de llorar, aunque mis ojos estaban pesados y me ardían.

—Está bien, Mau. —susurró dulcemente a mi oído.

Y si, en sus brazos estaba bien.

—¿Te parece comer algo? Ya deben ser más de las 10. —propuso.

Asentí, separándome lentamente de él, esquivando su mirada como lo llevaba haciendo casi todo el día. No quería ver sus ojos mirándome con lástima o compasión, no lo creía poder soportar.

Fuimos a la cocina y como pude lo ayudé un poco con la comida.

Milanesas con puré. Simple, pero rico, aunque mientras comíamos no le sentía tanto sabor, no lograba disfrutarlas tanto.

—Compré helado en el super, sin que te dieras cuenta. —comentó con una sonrisa suave y hermosa.

Me lo quedé mirando en silencio, sentí mis ojos aguarse poco a poco, siendo consciente de lo bien que me conocía Matías, de lo mucho que sabía de mi, de que ahora mismo, era lo más cercano a una familia que tenía.

Sonreí, secándome los ojos.

No estaba solo.

—¿De limón? —pregunté, notando sus ojos analizarme, y su sonrisa suavizarse más.

—Si, de limón.


[...]


[Una semana después]

—¿Cómo estás, Mau? —preguntó Paulo una vez estuvimos ya los dos sentados en una de las mesas del café.

—Bien, estoy... empezando a acostumbrarme —expliqué, esbozando una pequeña sonrisa, que fue correspondida.

Llegó una mesera y los dos hicimos nuestros pedidos. Una vez que fue a prepararlos, volvimos a centrarnos en la charla.

—¿Y vos cómo estás? —pregunté— Me enteré lo de... —dejé la frase al aire, pero él entendió a lo que me refería.

—Sí... —suspiró— Mi abogado me está ayudando, con suerte, dentro de poco puedo sacar más música —explicó—. Aun así, estoy bien, intento que no me afecte mucho.

—Me alegra. —respondí con sinceridad. Compartimos una sonrisa, justo antes de que llegara la mesera con lo que pedimos.

—Sigo sin entender como podes tomar cosas frías con el frío que hace.

—Se llama amor al helado y a los frapuccinos, no lo entenderías. —repliqué.

Y, sin motivo alguno, reímos.

S.L.U.T. [Litcko]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora