17 | Montaña rusa.

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Capítulo 16: Montaña rusa.

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Harriet Fitcher

Las palabras se quedaron atoradas en mi garganta, simplemente no sabía como empezar a explicar, sobre todo si esa explicación involucraba a Darius.

—La primera vez que te veo tienes marcas en tu cuello, luego llegas a tu casa molida a golpes y aunque sé que no lo debo mencionar, especificaste que fue él —señaló hacia la puerta —luego tu cuerpo entero se tensa mientras hablabas con él camino a la tienda aquella vez que te llevé, luego te veo huir de él la noche del antro —mis ojos se dirigieron a él con sorpresa —hace una semana parecías más asustada que aliviada cuando el que se supone que es tu hermano fue a evitar que te comprometieras por negocios y para rematar llego a tu casa y te encuentro en este estado después de verlo a él abandonando la casa. Pero lo que más me preocupa es tu insistencia por ocultarlo, Harriet —tragué saliva pensando en como demonios salía de esta.

—es que - hice una pequeña pausa —es el único que se ha preocupado por mi desde siempre —él rodó los ojos —ya viste hasta donde puede llegar mi papá conmigo, él siempre me ha sobreprotegido, lo admito, pero es su forma de hacerlo, las personas cometen errores creyendo que las cosas que hacen son las correctas, como bien dijiste la semana pasada, nadie sabía que yo tenía hermanos, porque ellos no me aceptaban, si bien ahora ellos están ahí, antes no lo estuvieron y el único que estuvo ahí fue Darius.

Sentí asco y pena por mi misma en ese momento, lo estaba defendiendo, a ese malnacido, lo estaba haciendo y parecía una maldita esposa masoquista defendiendo al esposo que la golpea. Pero debía hacerlo, no quería que me viera con pena o peor aún; con asco.

—Por más sobreprotección que te de alguien no está bien que te golpee, Harriet. Yo mismo curé tus heridas ese día, vi lo desbastada que estabas —negué.

—Lo sé, pero es solo su forma de educarme —dije bajito recordando sus palabras.

¿Aprendiste la lección? . Sacudí mi cabeza en un intento de alejar los recuerdos.

Él suspiró sin saber que más de decir.

 —Ven aquí —dijo mientras extendía sus brazos.

—Puedo ensuciarte —dije recordando la sangre en mi boca. Él se encogió de hombros y yo solo pude caminar hasta él para que me apretujara entre sus brazos. 

Con cuidado de no manchar su polera negra pegué mi mejilla a su pecho mientras cerraba los ojos. Disfrutando de su cercanía.

—¿Por qué te fuiste? —preguntó en un susurro —¿hice algo que te incomodara? —yo negué inmediatamente.

—No, es solo que presentía que él vendría —ninguno de los dos dijo algo más hasta pasado unos minutos.

—Te llevaré conmigo —avisó.

—¿Qué? —pregunté suavemente mientras me separaba de él.

—Te dije que no te dejaría sola, es eso o que yo me quede contigo aquí, tu decides, pero te advierto que son tus únicas opciones —sonreí —al fin al cabo estamos en vacaciones, debes disfrutarlas.

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