4 | No, no te odio.

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Capítulo 4: No, no te odió.


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Harriet Fitcher

Apagué una vez más la molesta alarma, estaba muy cansada y la maldita no me dejaba dormir, pero entonces recordé que era miércoles y que tenía que ir a la escuela.

Deprisa lancé las sábanas lejos de mi cuerpo y me levanté de golpe ocasionándome un leve mareo. Corrí hacia el baño, pero detuve mi carrera cuanto sentí unas punzadas en mi entrepierna logrando que los recuerdos de la noche anterior me azotaran.

Con paso veloz me adentré en el baño y me di una ducha rápida, lavé mis dientes y tras secar mi cuerpo corrí hasta la ropa que había comprado ayer. Abrí la primera bolsa encontrándome con un pantalón jean negro con rotos, tomé unas converses negras y me puse un top azul marino con mangas hasta los hombros. Sin querer perder más tiempo recogí mi enmarañado cabello en un moño, luego tomé un suéter y corrí hacia mi mochila para proceder a vaciarla y después meter todas mis tareas y trabajos.

Al bajar las escaleras y encaminarme hasta la cocina me percaté de que habían desayunado gracias al desastre en el lugar. Sin pensarlo mucho salí lo más rápido que pude hasta la puerta principal para observar un único auto, el de Neferit.

Si dejaba escapar a Neferit llegaría tarde y cansada al instituto y ese lujo no me lo podía permitir si tomaba en cuanta la cantidad se trabajos que tenía que entregar

—¡Neferit! —grité mientras corría hacia el auto rojo de mi hermana.

Ella arrancó el coche mientras yo empezaba a golpear su ventanilla.

—Por favor, voy a llegar tarde si no me llevas, por favor, si quieres déjame a una esquina —supliqué al borde de las lágrimas.

Ella detuvo el auto y le quitó el seguro, con velocidad me adentré en el auto con una enorme sonrisa.

—Gracias —ella asintió.

—No dormiste bien ¿cierto? —preguntó mientras arrancaba.

—Me acosté tarde limpiando la casa —suspiré —pero por suerte logré levantarme antes de que te fueras, tardo media hora en llegar a la escuela caminando y faltan solo diez minutos para que inicien las clases.

—Suerte que la última que salió fui yo y no Aris o los gemelos —guardó silencio unos segundos —por cierto, papá y Darius desayunaron fuera, así que no debes preocuparte por no haber hecho el desayuno —sonreí, al menos mi día no había empezado tan mal como pensaba —estas muy linda —dijo después de observarme unos segundos.

Yo le sonreí, hacía tiempo que no charlábamos de esta forma.

—Gracias, tu como siempre estas hermosa —susurré.

—¿Sabes qué es lo que más me encanta de ti? —preguntó.

—No —solté rápidamente.

—Lo que más me gusta es lo que papá más odia —le estaba dando vueltas, podía notarlo por la forma en que le daba toquecitos al volante.

—¿Qué? —pregunté con la curiosidad a tope.

—Que eres la viva imagen de mamá, son idénticas y cada vez que él te mira a ti, la ve a ella —sonrió triste.

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