Capítulo 22: Hermanas de la caridad.
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Harriet Fitcher
Me encontraba caminando hacia mi casa con la música a tope, estaba desilusionada debía admitir, pues, aunque ya había mejorado la relación con mis hermanos, el que ellos llegaran solo aseguraba que mi papá y Darius también lo harían.
Con un suspiro me paré frente a la puerta principal y luego la abrí percatándome de que no tenía seguro. Al entrar todas las ventanas se encontraban abiertas y algunos bolsos se encontraban en la puerta de la entrada, sin detenerme a buscar a alguien subí las escaleras sin hacer ruido y me encerré en mi habitación.
Me quité los zapatos y la chaqueta para dejarlo en el closet, luego quité toda mi ropa para darme una ducha rápida. En cuanto acabé me coloqué un pantalón de algodón y una polera blanca y me senté a hacer las tareas que me habían dejado. Cuando terminé a las dos horas y media observé mi mochila en el suelo, con un suspiro la tomé y saqué los papeles que me había dado mi profesor de arte.
Me lancé a mi cama y comencé a leerlos uno por uno entendiendo perfectamente lo que redactaba el papel. El proceso era sencillo, enviar mis mejores dibujos junto con mis documentos pertinentes y ellos verificarían si tenía el talento suficiente como para entrar a la escuela de arte con una beca.
Dejé los papeles en mi escritorio y me acomodé entre las sábanas dispuesta a dormir.
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—Ella ya llegó, pero de seguro está cansada —advirtió Neferit.
—Pero queremos verla —reprocharon los gemelos.
—Ya será mañana, andando —ordenó Neferit.
Sin pensarlo mucho me volví a dejar envolver por los brazos de Morfeo.
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—No debiste entrar aquí —dijo con su rostro molesto.
—Lo siento, yo solo quería ver su foto y tu tenías una —mis manos temblaban levemente ante su presencia.
—Y no la pediste —mis ojos se cerraron con miedo.
—No me la ibas a dar —aseguré.
—Chica lista —esta vez lo escuché más cerca de mi —pero no fuiste muy lista al entrar aquí.
—¡No! No lo hagas, por favor.
—Demasiado tarde.
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Me levanté de la cama rápidamente ante aquellos recuerdos que me atormentaban, hacía tanto tiempo que no recordaba la primera vez que pasó.
Me levanté y observé el alba a lo lejos, pronto amanecería. Yo caminé hasta mi closet y saqué de lo más profundo de él una caja que llevaba su nombre Dayana, con una sonrisa la destapé para sacar las pocas cosas que había conseguido de ella, una de esas era su foto.
Mi madre era hermosa, tenía mis mismos ojos verdes, solo que un poco más claros, su sonrisa era enorme, como nunca había estado la mía y su cabello era rubio. Nunca entendí a quién me parecía realmente, pues mi padre tenía el cabello castaño y mi madre era rubia. Ignorando eso saqué la bufanda que alguna vez le perteneció a mi madre. La pegué a mi cuerpo y la abracé con las lágrimas rodando por mis ojos.
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Morticia
Roman pour AdolescentsLa vida para muchas personas es una completa montaña rusa llena de emociones nuevas y diferentes día tras día. Para mí era más una casa del terror, mientras más te adentrabas en ella más misterios y secretos colgaban de cada lugar. Pero en algún mom...