Epílogo
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Harriet Byron Cooper
Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos por primera vez después de tanto tiempo, siempre evitaba llorar, pues cuando habías pasado toda tu vida llorando y ya tenías motivos para ser feliz decidías cambiar ciertas cosas.
Pero en estos momentos era casi imposible detener las lágrimas que bañaban mis mejillas cada vez más.
—Tengo miedo, mamá —mi madre se acercó hasta mi para abrazarme.
—Nena, por Dios, relájate, no va a pasar nada malo —intentó calmarme mientras secaba mis lágrimas.
—Mamá, me dijo necesitamos hablar, es algo importante —lloré un poco más —me va a dejar —aseguré —tenemos ya cuatro años de relación, de seguro el quiere ya buscar a alguien más para formar su familia y me va a dejar —aseguré mientras me sentaba en la cama desconsolada.
—Harriet, ese hombre te ama, se desvive por ti y prácticamente ya viven juntos, no puedes ser tan negativa —yo negué una y otra vez.
—Tengo más de una semana que no voy a su casa, casi ni hablamos porque dice estar ocupado y la última vez que fui a la empresa su secretaria estaba metida en su oficina y ambos estaban en el sofá muy cerca —lloriqueé con las emociones a flor de piel.
—Harriet, deja de hacerte ideas y mejor alístate porque según lo que me dijiste te queda media hora —negué.
—Si no le doy a chance a que me diga nada no podrá dejarme —mi mamá comenzó a reír y yo me crucé de brazos intentando estar enojada, pero su risa era tan contagiosa que terminé riéndome con ella.
—Te vas a poner este vestido para que él piense dos veces el dejarte —me pasó un vestido rojo que se amarraba al cuello, con escote profundo en la espalda y algo sutil en el frente, tenía un estilo ochentero que me gustaba mucho, sin mencionar la falda de vuelo que se veía muy fluida —y estos tacones de infarto —eran negros y con lazos que se amarraban hasta las tibias.
Me despojé de la toalla y me coloqué el vestido tan solo con las bragas, pues el vestido no llevaba sostén, me subí en los tacones y rocié perfume por mi cuerpo, coloqué un par de brazaletes y peiné mi cabello que se encontraba demasiado largo, a decir verdad.
Con un suspiro me miré en el espejo y pude notar que mis manos temblaban levemente. Me coloqué solamente un labial rojo mate, pues estaba segura de que lloraría un poco más antes de irme y no tenía pensado maquillarme solo para arruinarlo.
—Necesito que respires, si Sergey termina contigo no significa que el mundo se te va a acabar —aseguró.
—Me gustaría saber que sentirías tu si papá decidiera divorciarse de ti —cuestioné de brazos cruzados —se que puedo vivir sin él, mamá, simplemente es que no quiero tener que vivir sin él.
—Ay cariño —se lamentó y una lágrima resbaló por mi mejilla.
—Le daría todos mis cuadros, abandonaría mi carrera de artista, por Dios, mamá me atrevería a darle todo con tal de que no se vaya —las lágrimas seguían cayendo.
—Deja de llorar, es una orden, mocosa —suspiré profundo y sequé mis lágrimas con una sonrisa ante el nombre que me había puesto —ahora baja esas escaleras como toda la diosa que eres que te debe de estar esperando.
Con un suspiro me levanté de la cama y salí de la habitación con mi teléfono en mano. Cuando estuve al pie de las escaleras caminé hasta la puerta principal y salí de la casa observando su auto estacionado en frente de mi casa y él recostado de este revisando su teléfono celular.

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Morticia
Teen FictionLa vida para muchas personas es una completa montaña rusa llena de emociones nuevas y diferentes día tras día. Para mí era más una casa del terror, mientras más te adentrabas en ella más misterios y secretos colgaban de cada lugar. Pero en algún mom...