Liona no llegó tan pronto al castillo como había planeado.
Se suponía que su salida junto a Aili solamente había sido para ir donde su tía Hazel y averiguar si las sospechas de la rubia y las suyas eran ciertas, sin embargo, la joven criada insistió, con entusiasmo, en parar un momento en su hogar y así presentarla con sus padres pero, sobre todo, con su hermanita menor, quien no paraba de preguntar sobre cómo era convivir con la próxima señora de su clan.
Aunque en un principio dudó, precisamente porque el anochecer casi caía sobre ellas, terminó cediendo, pasando un agradable momento con ellos, pues resultaron ser maravillosos.
Su hermanita era una preciosura, rubia igual que Aili, tan adorable y tierna que con sus comentarios inocentes y joviales, le hizo olvidar todo hasta que la oscura noche le recordó que debían volver a su hogar. Se marcharon casi al instante, en medio de la oscuridad, cabalgando a paso lento mientras iluminaban el camino con las antorchas que les proporcionaron los padres de su nueva amiga, mismas que muchas veces estuvieron a punto de dejarles completamente a oscuras en la intemperie, a causa de la fría brisa que de vez en cuando soplaba.
Al llegar a los lares del castillo, se dirigieron a los establos, en donde dejaron a sus yeguas. Cuando salieron de allí, agradecieron en sobre manera a los dioses por haberles permitido llegado sanas y salvas a su destino. Caminaron juntas hasta que entraron al castillo, donde, después de cruzar sus puertas, se despidieron, cada una tomando un rumbo distinto.
Liona se encontraba emocionada por la noticia que había recibido más temprano pero, sobre ello destacaba el nerviosismo por tener que revelarle antes a su esposo aquel suceso que por años trató de olvidar y que la había marcado, haciéndole cambiar para siempre, convirtiéndole en quien era en aquel momento.
Al avanzar por el castillo y notarlo desolado, sus nervios no hicieron más que intensificarse, pues en sus adentros notó que algo no andaban bien. El silencio sepulcral se lo decía.
Habitualmente, a esas horas, podía encontrar al menos a varios sirvientes caminando de un lado a otro, terminando sus deberes del día, pero en cambio, el lugar estaba desierto y a la única persona que divisó fue a Dwin, justo al inicio de las escaleras que llevaban hasta los aposentos.
Parecía cansado, enfurecido, y no era para menos. Debía estar muy molesto con ella por desaparecer y seguramente por haber pasado una exorbitante cantidad de tiempo buscándole.
Mientras se acercaba, sus pasos alertaron al fornido hombre de su presencia, quien levantó su mirada en su dirección para luego, cuando estuvo cerca, hablarle, en un tono que apenas contenía su enojo.
—Mi señor le espera arriba —únicamente dijo.
—Gracias por avisarme —respondió Liona—. Lo siento mucho, Dwin —se disculpó antes de subir, aceptando que está vez si se había pasado, al desaparecer por tanto tiempo.
Se sentía apenada por el hecho pues seguramente Dante le habría regañado por perderle de vista... El guerrero no respondió, simplemente se quedó allí, en silencio, mientras ella subía las escaleras, sin saber el drástico giro que daría su vida al llegar al piso superior.
Al pisar el ultimo escalón y dirigirse hacia el aposento, encontró la puerta de este entre abierta, con el interior completamente a oscuras y se preguntó si su esposo realmente se encontraba dentro.
Si lo estaba.
Dante había estado allí por un tiempo, esperándola, luego de que Dwin y algunos guerreros más recorrieran los alrededores buscándola sin obtener resultados, cuando este, furioso, llegó desde la muralla, reclamando su presencia. Cada uno de los sirvientes y guerreros en el castillo se dedicaron a buscarla mientras él se enfrascó en una discusión descomunal con Dwin, por nueva vez perderle de vista, y así estuvieron por un tiempo hasta que Ruth, por primera vez nerviosa por la furia de Dante, le informó que más temprano la había visto salir del castillo en compañía de Aili, luego de que estas se encargaran de organizar las ultimas provisiones para el invierno.
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La Fiera del Highlander (Secretos en las Highlands 1)
Historical FictionA mediados del siglo XI, en las tierras altas de Escocia, el hijo primogénito del laird del clan MacCallum, Dante, se negaba a obedecer las órdenes de su padre sobre desposar a una mujer a quien siquiera conocía. Pero luego, cuando Duncan le comenta...