CAPITULO III

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GLOSARIO DE TÉRMINOS

5. Bana-phrionnsa: Princesa en gaélico escocés

***

Aunque a los guerreros MacCallum se les había dado de comer y beber al llegar, el Laird había preparado una cena más adecuada para recibirles.

Debido al constante desacuerdo de Liona con su matrimonio, que fue resuelto tan solo momentos antes de la cena, el viejo Alfred tuvo que encargarse tanto de los preparativos para recibir la comitiva como de los preparativos de la boda. Aunque también tuvo ayuda de Nairna, la criada de su hija que con el tiempo se convirtió en una amiga indispensable para ella, quien deseaba de corazón que Liona encontrase la felicidad.

Entre ellos se habían encargado de disponer comida y bebida suficiente para alimentar a aquel batallón de hombres que acompañaban al futuro marido de su preciada hija y, en ese momento, con todos reunidos alrededor de la mesa, solo faltaba una cosa. Liona.

El Laird, quien permanecía con gesto impasible, aún se preocupaba por la reacción que tendría su hija al conocer a su prometido y estaba a punto de subir las escaleras que llevaban a su torre, al ver lo mucho que estaba tardando.

Pero no tuvo que hacerlo, pues ella se acercaba a paso lento hacia donde estaban todos reunidos, llevando puesto un vestido ligero color verde y su pelo de fuego alzado en una cola alta. Todo su atuendo había sido preparado por Nairna, su fiel amiga, quien se había encargado de asesorarla con el pretexto de que debía deslumbrar a su futuro esposo.

Cosa que a ella no le importaba en lo absoluto, después de todo, se casaba para cumplir con su padre, no porque quisiera hacerlo...

Al entrar en el salón le pareció que la elección de su amiga había sido acertada para el objetivo deseado, pues todos en la sala enmudecieron al verla llegar. Su padre y hermano se levantaron primero para recibirla y, saliendo de su ensoñación, los demás hicieron lo mismo.

Fue su progenitor quien le ofreció la mano y ella la tomó, saludándole afectuosamente pero sobre todo con el respeto que merecía al ser el Laird de aquellas tierras. Luego sonrió a su hermano para tranquilizarle, ya que tenía una buena idea de lo preocupado que estaría con aquel primer encuentro, y observó detenidamente a los guerreros mientras reconocían su presencia respetuosamente.

Todos parecían cortados por el mismo patrón, serios, respetuosos y llenos de cicatrices, sin embargo, cuando sus curiosos ojos saltaron al otro extremo de la mesa donde, según la tradición, estaría sentado su prometido, casi se desmaya.

El corazón de Liona palpitó desesperado y sus ojos quedaron prendados del hombre que había visto esa misma tarde. El mismo que había sometido al filo de su Sgian—dubh...

Al momento que la joven entró al salón, el cuerpo de Dante se empapó de intensa sorpresa. El enorme guerrero no podía salir de su incredulidad al ver a la ardiente pelirroja justo frente a sus ojos y más aún cuando esta se dirigió al Laird MacLachlan como padre.

Espero por mi bien sea mi prometida. Murmuró para sus adentros, ya que con la suerte que tenía lo más probable era que la presentaran como la hermana de la que sería su mujer. Aunque la verdad es que el futuro Laird MacCallum no había escuchado a nadie hablar sobre dos hijas, solo de un hijo y una hija, que además eran mellizos.

El Laird pidió a todos que tomaran asiento, sin embargo, mientras todos lo hacían, Dante se quedó de pie, bajo el asombro de la muchacha, quien había estado deseando profundamente que él solo fuese un guerrero más y que estuviese en aquella silla por error. Pero no, ella no era tan afortunada. Su prometido debía ser precisamente el hombre al que casi le cortaba el cuello.

La Fiera del Highlander (Secretos en las Highlands 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora