CAPITULO XXVII

7K 705 32
                                    

Hola, mis amores

Lamento no haber podido publicar el martes pasado, se me hizo imposible ;(

♥Espero les guste este capitulo, no olviden dejar sus comentarios y estrellitas♥

***


La intranquilidad reinaba en los adentros de Liona mientras ayudaba a Aili a limpiar la herida de su esposo. Su corazón latía desesperado mientras su mente hacia cavilaciones que no hicieron más que atormentarla.

A fin de dejar atrás su negatividad, trataba de concentrarse en su tarea, en depurar aquella hendidura para así poder colocar la pastosa mezcla de plantas que la rubia se encargó, eficientemente, de preparar pero, le era imposible despejar su mente de cada uno de los pensamientos que le azotaban.

Desde que Dante se había abandonado a la inconsciencia, el ambiente del castillo se volvió agitado, la tranquilidad que había reinado en él pasó a convertirse en un tremendo caos pues, cuando Aili bajó apresurada en busca de sus instrumentos y brebajes, Duncan le abordó, enterándose del estado de su hijo y acto seguido el viejo laird de encontró alertando a las demás criadas que pasaban el invierno allí, para que se pusieran a las órdenes de la muchacha que intentaría estabilizarle.

Luego de esto él subió las escaleras con premura, el corazón casi saliéndose de su deteriorado pecho, y al encontrarle tumbado en el lecho con una herida que a todos ojos parecía fatal, se sintió desfallecer.

La vista de su hijo herido de aquella forma, en aquel estado de debilidad, no le sentó nada bien porque, si bien él no había salido ileso en otras batallas, nunca antes se había encontrado en tal estado. Aquello era una terrible novedad.

Para Duncan era chocante en demasía verle allí tumbado, con la piel carente de su color habitual, sus ojos hundidos y ojerosos, tan distante del poderío que irradiaba habitualmente.

A partir de su llegada, se plantó en una esquina del aposento, estático, sin poder hacer nada más que esperar en los dioses a que él mejorara bajo las atenciones que le eran brindadas.

Desde su lugar observó cómo su joven esposa se mantuvo todo el tiempo a su lado, ayudando además a la rubia mientras, luego colocar la pastosidad en la zona afectada, preparaba un tónico para mejorar el estado de su hijo.

En aquel momento fue la pelirroja quien ordenó a varias de las criadas a subir baldes de aguas frías y aún más paños, para intentar bajar la fiebre de Dante pues ni siquiera el frío que azotaba las Highlands pudo evitar que los sudores arroparan el cuerpo de este.

Ninguno de los allí presentes precisó cuánto tiempo había pasado desde que él se sumió en la oscuridad pero, para Liona pareció una eternidad, aun mas cuando el calor siguió arropando su cuerpo, causándole temblores y haciendo que este murmurara un sinnúmero de incoherencias que ni ella ni ningún otro pudieron descifrar.

—Ahora solo queda esperar —declaró Aili, dando por terminado su trabajo—, deberás seguir bajando la temperatura de su cuerpo con los paños de agua fría.

La voz de la joven rubia denotaba seguridad pero la verdad es que se encontraba sumamente temerosa de que su futuro Laird no reaccionase a los remedios que preparó para su mejoría. Estaba aterrada de que este falleciera bajo sus cuidados pues definitivamente no era una experta, no como su tía, y aquella era la primera vez que se veía envuelta en una situación real de emergencia.

Liona le abrazó, temblando un poco, y la joven se sorprendió ya que, si bien su nueva amiga era una de las mujeres más amables y buenas en las tierras altas, no demostraba mucho afecto o contacto a nadie más que a su esposo.

La Fiera del Highlander (Secretos en las Highlands 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora