CAPITULO XIII

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Aquí el primero de los dos capítulos prometidos, mañana en la tarde subo el otro.

Espero les guste, los quiero ♥, gracias por el apoyo.

***

Liona se dejó caer sobre el pecho de su esposo, satisfecha, con las mejillas sonrojadas y su pelo alborotado. La joven no se reconocía a sí misma, Dante la volvía loca, inundando su cuerpo de sensaciones infinitas, desinhibiendo su ser como nunca antes, despojándola de aquellos fantasmas que la habían acechado por tanto tiempo, mismos que le habían impedido seguir adelante.

Por primera vez, en años, se permitía ser feliz, se entregaba sin reparo pero... tenía miedo. Miedo de que todo se arruinase, de estar viviendo un sueño luminoso que sin previo aviso podría tornarse oscuro.

—Desearía saber aquello que te hace arrugar la frente, mo bheatha —dijo Dante, enviando un escalofrío por su cuerpo, mientras ella trazaba círculos en su musculoso pecho—. Acaso ¿sigues molesta por haberte traído a este aposento ayer noche? —preguntó y ella alzo sus ojos hacia él.

La pasada noche sí que había sido una locura, una guerra tras otra, pues luego del altercado causado por Ketsia y que este se resolviera, de forma ardiente, Liona se encontró siendo llevada por Dante hasta aquel aposento, donde hacía nada había estado esa mujer allí, desnuda frente a él.

Ella se resistió bastante, más sus esfuerzos fueron en vano pues no pudo zafarse de sus enormes brazos y luego, ya en el lecho, con él encima de sí, fue que entendió, por las palabras que le dedicó, el por qué: Dante había deshecho la seguridad del aposento que le había sido asignado cuando forzó la puerta, y no deseaba dormir allí con ella, donde cualquiera podría interrumpirlos.

—Si me lo hubieses explicado desde un principio... —respondió esta, achicando sus ojos hacia él—. Pero ya entendí que te gusta verme así, que pelee contra ti y definitivamente es un misterio el porqué. Todo hombre desea lo contrario.

Él se carcajeó. Su mujer sí que era perceptiva.

—Me has descubierto —dijo, sonriendo, al tiempo que la alzaba, colocando su rostro aún más cerca para besarla.

Y a medida que él lo profundizaba, sus cuerpos empezaban a reaccionar, inundados nuevamente por el deseo pero Liona se apartó, antes que las cosas llegaran a más.

Dante se quejó.

—Tranquilo —dijo, mordiendo su labio—, debemos bajar a desayunar.

—Mis planes son mejores... —respondió, con su profunda voz impregnada en lujuria, mientras tomaba una de sus piernas, intentando colocarla nueva vez encima suyo.

Ella rio, divertida con sus intenciones.

—Sí, también creo que sería una excelente idea pero, temo morir de hambre a mitad de lo que planeas para mí. Ayer no comimos nada cuando llegamos y además de eso, tengo bastantes ansias por conocer mi nuevo hogar.

Dante se maldijo ante aquello. Era cierto, no habían comido desde la tarde del día anterior, antes de llegar al castillo, y tampoco había sido una comida significativa. Debía estar famélica.

—Lo lamento mucho, prometo cuidar mejor de ti, mo ghaol —dijo, regalando un casto beso a sus labios.

Él estuvo a punto de decir algo más pero sus palabras fueron cortadas con el estruendo que causó la puerta, al ser abierta de golpe, dejando ver a un sonriente Gustaf que había decidido entrar sin siquiera avisar.

La Fiera del Highlander (Secretos en las Highlands 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora