CAPITULO XI

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GLOSARIO DE TÉRMINOS

7. Mo ghaol: Mi amor

8. Mo bheatha: Mi vida

9. Plaid: manto tradicional escoses

10. ¡In ardua tendit! : ¡En la dificultad me crezco!

***


Ni siquiera el sonido de las aguas de aquel riachuelo podía calmar la cólera que Dante sentía en aquellos momentos, pensando en todo lo que había vivido su esposa.

Estaba sumido en sus pensamientos mientras le consolaba y limpiaba, en medio de las aguas, su cuerpo ahora desnudo, de toda la mugre y sangre que llevaba encima. Su hermosa vestimenta había quedado destruida e inservible, su precioso pelo amontonado por secciones también bañado en sangre. Quería eliminar cada prueba de lo que había pasado, sin embargo, no podía deshacer los rasguños que en ese momento marcaban su delicada piel y eso le enfurecía.

Lo que habrían pensado para ella... Pensó, soltando un gruñido y la sintió temblar entre sus brazos, sollozando y con una mirada tan perdida mientras susurraba palabras incomprensibles para él.

Le dolía. Dolía demasiado verla así y todo por su culpa. Por ser un necio, por dejarla allí a solas pensando que estaría más segura. ¿En qué diablos había estado pensando?

—Vuelve a mí, mo ghaol —susurró en su oído y por primera vez, desde que estaban allí, ella respondió; pero no con palabras, sino aferrándose con fuerza a su cuerpo mientras lloraba desconsolada.

Ella entrelazó sus brazos en su cuello y dejó fluir sus emociones, mezclándolas con las aguas dulces de aquel río. Había sido fuerte, sí, tuvo el valor de enfrentarse a esos hombres y acabar con sus miserables vidas pero, cuando pensaba en lo que habría podido pasar, la destruía.

Y después estaba el hecho de haber visto a Dante al borde de la muerte.

Aquella imagen no le había caído bien y, aunque pudo salvarle la vida, su corazón no paraba de encogerse ante el pensamiento de que el atacante hubiese logrado su cometido.

Suspiró, tratando de calmarse y de encontrar las palabras, cuando el episodio empezó a desvanecerse con ayuda de las tranquilizantes caricias que le dedicaba su esposo.

Por fin, pero no sin esfuerzo, logró sacar la cabeza del cuello de Dante y lo besó, quería sentirlo, confirmar que realmente estaba ahí consigo y que no era producto de su imaginación.

—Tú... tú... —tartamudeó, aun anonadada por los hechos— casi... casi mueres.

Él se relajó, agradecido de que estuviese hablando consigo.

—Y tú me salvaste, mo bheatha —respondió, besándola con ternura—. Lo siento mucho, Liona. Siento no haberte protegido. Lamento haberte dejado allí sola. Perdóname por no escucharte.

Ella lo abrazó con más fuerzas, respondiéndole con otro beso hasta que la preocupación por una persona entró en su cabeza. Jazmín.

Se separó de su marido, apresurándolo para salir, vestirse y poder encontrarla pero este la sujetó, impidiendo que se moviera y colocándola detrás de su cuerpo. Dejándola confundida hasta que habló a un lugar apartado de la orilla.

—Robbie, puedes retirarte —dijo y pudo ver por encima de su hombro la figura de un hombre que estaba de espaldas—, gracias por traer lo que he pedido y vigilar —el susodicho, hizo un gesto con su cabeza, sin darse la vuelta, y se marchó.

La Fiera del Highlander (Secretos en las Highlands 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora