30- Despedidas y familia.

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Bastián

A mi esposa se le había ocurrido una maravillosa idea, una especie de momento en el que pudiéramos recordar a nuestros hermanos, lanzar unas luces o algo así que había comprado, pero primero habíamos decidido recordarle a nuestros hijos que en algún lugar habían dos personas que seguramente los estaban cuidando y el más interesado parecía ser Bradley, ya que no dejaba de hacer preguntas acerca de sus tíos.

—¿Entonces cómo se llama? —señaló a Jackson, el hermano de April en la pantalla.

—Jackson Louis Miller —le dijo April y él asintió pensativo.

—Louis, como yo.

—Yo escogí ese nombre para ti por mi hermano —April acarició su cabello.

—¿Cómo era él, mami? —April le dio play al vídeo.

—Estaba loco —el vídeo empezó con él colgado de cabeza en los juegos del parque.

—Me duele la cabeza —rió.

—Ya baja —April estaba grabando y era su voz, al menos la voz de una April muy joven.

—Aún no, quiero ver cuánto resisto.

—Jackson, baja ya —exigió April.

—No me hables así, eh, yo soy mayor —se sujetó la cabeza con ambas manos—. Ya no aguanto más —se sujetó con las manos y bajó del juego—. Estoy mareado.

—Eres un bruto —April estaba riendo.

—Sin maltrato hermanita —se acercó a April y la abrazó.

—Eres el más tonto de todos los hermanos —ambos rieron.

—Pero soy el hermano que siempre estará contigo —vi a mi esposa y estaba llorando.

—Era agradable —Brad rió—. Me cae bien y me parezco a él —asintió.

—¿Ah sí? —ambos lo vimos y asintió.

—Sí, tenemos el mismo color de pelo, ambos somos mayores y estamos loquitos —April rió entre lágrimas.

—Tienes razón —abrazó a nuestro hijo y le dio un beso en el cabello.

—Papi, ahora vamos con tu hermanita —asentí y puse un vídeo que yo había grabado.

Mi hermana estaba sentada en la terraza, tan inmersa en un libro que ni siquiera se había dado cuenta que yo la estaba grabando, hasta que empecé a hablar.

—Y ahí está, la hermana del año —me vio y rodó los ojos—. Prefiere un libro antes que a mí, pero aún así sigue siendo mi hermana favorita.

—Insisto, soy la única que tienes —puso el separador y cerró el libro—. Estoy contando los días para que te vayas a la universidad, nunca me dejas en paz, yo quiero terminar esta novela —señaló su libro.

—Estás hiriendo mis sentimientos.

—Seamos sinceros, sólo estás aquí porque Charlie está castigado, como siempre —hizo una mueca—, de menos estarías con él y ni te acordarías de mí.

—Claro que sí, tú siempre estás en mi corazón y en mi mente por supuesto.

—Claro que no te creo —negó—. Y si me quieres tanto demuéstramelo con un helado o algo de comer, ya tengo hambre.

—Bien, vamos por un helado, abusiva —el vídeo terminó con el sonido de su risa.

—No estaba loquita —Brad rió.

Pequeños West II [West#2.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora