En medio de la aplastante oscuridad, Kakuzu se revolvía entre las sábanas.
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Un pequeño moreno se encontraba en frente de una tumba, la cual tenía grabada el nombre de su madre.
El niño de ojos verdes seco sus pesadas lágrimas, para después caminar hasta su casa.
Al llegar a su hogar notó que en la sala una figura estaba de pie sosteniendo una botella de licor, de inmediato supo de quién se trataba.
-Esa maldita zorra quiso abandonarme, ¿no es así?- habló el padre del menor.
Pero Kakuzu no le contesto solo le dedico una mirada llena de odio y desprecio.
-¡JAJAJAJAJAJAJA PERO QUE MUJER TAN ESTÚPIDA!- y de golpe el mayor se dejó caer en su muy deteriorado sofá.
El castaño se dio media vuelta dispuesto a irse de ahí, pero la voz de su padre lo hizo frenar.
-Te dejare en claro una cosa asquerosa rata, no importa hacia donde huyas, tu destino será el mismo, la basura nunca deja de ser basura, recuerda mis palabras mocoso, estas destinado a la miseria-
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Kakuzu abrió los ojos, dándose cuenta que estaba en su habitación.
Quiso incorporarse pero un fuerte dolor en el brazo lo hizo regresar a su lugar.
"Claro, ayer casi me mata un idiota con complejo de mamá gallina" penso el moreno con fastidio. Se giró para quedar de lado, tapándose con el rostro de su amante.
Hidan dormía con una pequeña sonrisa en su cara, respiraba tranquilo con el cabello todo alborotado.
"Cierto, el mocoso se quedó a hacerme compañía" sonrió Kakuzu acariciando la mejilla de su amado.
El menor se movió un poco al sentir aquella muestra de afecto.
-Te equivocaste padre, resulta que soy la persona más afortunada de todo el mundo- dijo el mayor para después darle un beso al chico de cabellos plateados.
Esa calidez logró despertar al religioso.
-Buenos días anciano- bostezo el menor.
-Buenos días Hidan- en ese estado se veía realmente tierno.
El fanatico le sonrió dándole un beso en la frente.
-¿Cómo están tus heridas?-
-Siento como si un camión me hubiera aplastado- sé sincero el avaro.
Hidan soltó una pequeña risita, la verdad no podía imaginarse un golpe de Ren.
Poco a poco Kakuzu logró sentarse en el colchón, tomando su celular que estaba en el mueble de al lado.
-Tengo que ir a trabajar- informó el moreno.
-¿¡Ah!?, ¿¡estás loco!?, ¡no puedes ir así!- gritó Hidan tratando de detener a su novio.
El moreno lo miro divertido, en serio, aveces ese loco fanático era como un niño berrinchudo en busca de atención.
-Ayer salimos antes de la oficina para poder enfrentar a tu padre, no puedo perder otro día- explico el castaño.
Esa respuesta molestó al religioso, pero entendía la posición del mayor, después de todo él era el jefe.
-Bien, pero prometeme que si te sientes mal me llamaras-
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Kakuhidan "Una Mala Inversión"
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