María fue traicionada y abandonada por Esteban en 1868. Dos años después, una inesperada herencia le da la oportunidad de vengarse de su antiguo amor. Obligado a casarse con ella para satisfacer el capricho de su venganza, Esteban tendrá dos opcione...
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*** Cuando Úrsula vino a llamar a María a cenar, ella se dio cuenta de que su cara reflejaba todo el dolor de esa conversación. Todavía no entendía por qué ella y Esteban se lastimaban tanto, pero era necesario volver a encararlo. "Yo fui la que articuló esta situación y no voy a permitir que las cosas salgan de la plomada".
Tardó unos minutos en prepararse, gastó una buena cantidad de maquillaje tratando de disimular los efectos del dolor en su cara, se puso uno de sus mejores vestidos y se dirigió al comedor.
Al adentrar el ambiente Esteban ya estaba en la mesa y, al verla, aunque una fracción de segundos antes había sentido su presencia y su perfume, bajó los ojos, no logró encararla.
La tensión grave entre la pareja no sorprendía a la señora Úrsula que ya se había acostumbrado a las pocas palabras que los dos intercambiaban durante las refecciones. Además tenía algún conocimiento sobre la historia de los dos, sabía de Isabel y otros detalles que Esteban desconocía, pero procuraba mantenerse al margen de la vida conyugal de María a quien tenía como una sobrina. Ella sabía que, a pesar de que eran una pareja que se formó en circunstancias atípicas, existía amor entre ellos y dejaba que los dos llevaran de la manera que les convenía la propia historia. Intentó conducir una conversación, pero aquella noche, los dos estaban peculiarmente silenciosos y ella prefirió no involucrarse.
En las noches siguientes las cosas se siguieron de la misma manera aunque los corazones de María y Esteban se fueron serenando. Pasados quince días en la misma tensión, una noche, después de la cena, las cosas se dieron de manera distinta.
Úrsula tomó el periódico, más para esquivar la conversación con los dos que para leer, de hecho el noticiero y dar un espacio a los dos. Pero al darse cuenta de que los dos permanecían estremecidos el uno con el otro, trató de intervenir.
— Don Esteban, ¿sabe que cosa estaría muy bien en esta noche tan bonita de hoy?
— ¿Qué, señora Úrsula?
— Que usted nos recitara uno de los tan bonitos poemas como lo hace algunas noches. — Contestó la viuda.
— Perdón, no estoy muy de ánimo para poemas hoy. — Contestó Esteban inmerso en su tristeza.
— Por favor, Esteban, danos esta alegría. — Le rogó María sosteniendo una falsa sonrisa. — Dedica un poema a tu esposa.
— Bueno, si eres tú quien me lo pides, lo hago para servirla con gusto. — Contestó Esteban asumiendo su posición de marido comprado. Después de todo, eso era lo que ella esperaba de él, ¿verdad?
— ¿Y qué maravilla de la literatura usted nos traerá hoy? — indagó Úrsula emocionada como siempre se ponía cuando se trataba de la literatura.
— Voy a recitar la traducción del soneto 88 de William Shakespeare. ¿Lo conocen? — dijo dirigiéndose a la María y a la viuda, pero sobre todo a la esposa.