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La posibilidad atemorizaba María. Viajar con Esteban en un momento tan delicado en lo que ella estaba apenas empezando a tratar de rehacer su corazón destrozado. Esa simple cercanía con Esteban en un escenario tan sugestivo como aquella playa ya le provocaba un temblor en las piernas, el corazón acelerado. Lo peor, lo que más le maltrataba era darse cuenta que, para él, no era nada de eso. Sabía que Esteban posiblemente la odiaba por todo lo que pasó, por la forma en que ella buscó vengarse por cómo la historia de los dos se había dado.Ella sabía que él se merecía esa venganza, sabía que estaba con la razón en sus resentimientos que aún tenía por él, pero entonces ¿por qué su corazón se sentía tan dolido y incompleto sin él? ¿Por qué sentía que lo quería a pesar de todo? ¿Por qué a pesar de todo ella quería recomenzar desde cero y reconstruir a ese amor? La única cosa que le impedía era el miedo.
Esteban tampoco se sentía tranquilo por viajar con María. La presencia de ella era demasiado perturbadora, más que su ausencia. Desear sentir su gusto, fantasear con esa noche, esa maravillosa última noche que tuvieron era lo que más él hacía. Imaginar que tenía su cuerpo entre sus brazos, que la hacía suya, que eran uno solo. Por eso huía de ella. Por eso evitaba a toda costa el contacto.
Cuando estaba con ella era como si sus sentidos le fueran arrebatados. Todo en lo que pensaba era en tomarla en sus brazos y envolverla en un beso muy largo sin darle ni siquiera la oportunidad de pensar en rechazarle. Pero no había alternativa. Aquel sentimiento, el único verdadero de la existencia de Esteban, necesitaba ser enterrado. ¡Sepultado de una vez!
— Sí, un viaje no muy complicado. — intentó inútilmente aparentar naturalidad. Su nerviosismo lo traicionaba, estaba estampado en sus ojos. — El tren parte a las 9 de la mañana, viajaremos por cerca de 5 horas. Llegamos a la pequeña ciudad a primera hora de la tarde. Podemos solucionar la cuestión de la acta de nacimiento el mismo día. Pasamos la noche en la posada y regresamos al día siguiente, el tren de regreso sale a las 15h.
— ¿Es necesario que pasemos la noche ahí? — indagó María con el corazón saltando en el pecho. Tenía miedo de que esa alteración en sus sentidos fuera perceptible a Esteban o a cualquiera que la viera cerca de él. Es que era tan evidente.
— Es el único horario de tren de regreso. Fue lo que me dijeron. Podemos intentar tomar un tren en una otra ciudad que esté cerca, pero no creo que sea conveniente para ti y Isabel por ser muy agotador.
— De hecho. — concordó María — Sería exhaustivo para Isabel hacer un recorrido tan largo en un solo día. Por mí no hay problema, he aprendido a darle duro.
— ¡Yo lo sé muy bien! — dijo Esteban con una leve sonrisa en los labios.
María enrojeció al percibir el sentido con el que Esteban tomó sus palabras. Ella tenía tanto miedo de que el haberse entregado a él fuera interpretado como falta de dignidad, como si no se valorara ya que la relación de los dos jamás había sido convencional.
— Yo me voy a la casa entonces. Ya está un poco frío para que Isa esté en la playa y si tú crees que debemos viajar mañana...
— Si no es una buena fecha para ti, puede ser cuando tú quieras. — Esteban se mostró comprensivo.
— No te preocupes, puede ser mañana. Yo tenía algo que resolver a la primera hora de la tarde, pero puedo solucionarlo en otro momento. En primer lugar está mi hija. — Ella dijo con aquella firmeza que Esteban tanto admiraba en ella.
— ¡Por supuesto! Yo estaré en tu casa a las 8 de la mañana por ti y podemos pasar por acá por Isabel, está cerca.
— ¡No! — Se negó María— Yo me llevo a Isabel para dormir conmigo y salimos desde allí, es mejor. Úrsula acompañó el parto de Isabel. Me imagino que es bueno que ella vaya con nosotros.
— ¡Sí, eso está perfecto! — Concordó Esteban.
María cogió sus ropas y caminó hasta la casita donde Isabel vivía. Esteban la observó fascinado e intrigado. ¿Qué cita sería esa que tenía María? Era difícil para él comprender que no tenía nada más con la vida de María, no podía evitar pensar que ella podía tratar de rehacer su vida. Estaría en su derecho si lo hiciera... pensó con pesar, pero yo mato, yo mato al que quiera robarla de mí! Sonrió como burlándose de su propia insipiencia. ¿Cómo le robarían algo que no le pertenecía y jamás le perteneció?
***
La inquietud de aquella conversación persiguió a la pareja durante la noche. Ambos no conciliaron el sueño tomados por la ansiedad, el miedo y los pensamientos libidinosos que les llenaban de pena y al mismo tiempo les quemaba la piel, dejaban la boca seca, las manos temblorosas y no les permitía controlar los propios sentidos. No podían contener el efecto de aquella cercanía sobre ellos, el amor los controlaba en esos momentos, les arrebataba.
Con la ansiedad a flor de piel, Esteban no pudo llegar a las 8 en la casa de María y se adelantó. Cuando el empleado le abrió la puerta, él saludó con una gran sonrisa que se desvaneció con lo que vio en la sala de estar.
María conversaba llena de sonrisas y de intimidades con Gerardo. Su mano izquierda estaba sobre su brazo denotando una cercanía, una intimidad que repugnó a Esteban. El coraje y los celos le invadieron junto con el terrible miedo a perderla. Ella inmediatamente se alejó en el momento que lo vio. ¡Por supuesto! Quería disimular lo que era obvio: Gerardo y ella estaban cercanos y no necesariamente como amigos. Sintió la sangre hervir, se sintió tonto y al mismo tiempo desamparado por el sentimiento de pérdida.
Gerardo miró a Esteban con una expresión extraña y se levantó extendiendo la mano:
— Buenos días, San Román.
— ¡Buen día! — respondió seco tratando de contener la molestia apretándole la mano.
— ¿Ya son 8 horas? — indagó María inocente.
— Todavia no. Creo que me adelanté.
Esteban dijo eso imaginando que María jamás había calculado que él la descubriría ahí con Gerardo en su casa, por eso le preguntaba sobre la hora.
Su naturalidad, le quedaba claro de dónde provenía: del carácter disimulado de María al que ella utilizó tan bien durante el matrimonio de los dos, siempre disimulara, ¡siempre! Como lo hacía bien.
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El marido que me compré
RomanceMaría fue traicionada y abandonada por Esteban en 1868. Dos años después, una inesperada herencia le da la oportunidad de vengarse de su antiguo amor. Obligado a casarse con ella para satisfacer el capricho de su venganza, Esteban tendrá dos opcione...