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— ¿Qué? ¿Qué significa esto, María? — Esteban estaba pasmado con ese enfrentamiento, desconocía la esposa, desconocía esa que era la Doña.
— Nosotros representamos una comedia, en la que ambos desempeñamos nuestro papel con pericia consumada, podemos tener este orgullo, que los mejores actores no nos excederían, pero es tiempo de poner fin a esta cruel mistificación, con la que nos estamos burlándose mutuamente, mi señor. Salgamos de la fantasía por más triste que sea la realidad, y se resigne cada uno a lo que es. Yo, una mujer engañada, y tú, ¡un hombre vendido!
— ¿Qué fue lo que dijiste? — Le preguntó Esteban dolosamente herido — ¿Vendido?
— ¡Vendido, sí! — afirmó María sarcástica y despiadada. — No hay ninguna otra palabra para describir lo que eres. Yo soy una mujer millonaria y esta sociedad exige para las mujeres honestas un trasto indispensable: un marido. Tú estabas en el mercado a la venta y yo te arrebaté por quinhentos mil dólares. Y te aseguro, Esteban: ¡me costó poco! Yo pagaría el doble, tres veces más sólo por la satisfacción de este instante.
La mirada de Esteban era de terror mientras María empezaba a humillarlo como había planeado durante tanto tiempo. Ella, indiferente al terror que provocaba en Esteban, simplemente siguió humillándolo.
— Te has puesto en venta, Esteban, y yo te compré y desde de este momento tú eres mi patrimonio, parte de la herencia que me regaló mi abuelo. Me perteneces, tu alma me pertenece.
Ella lo miraba desde arriba, él no se había levantado, no había cambiado de posición permanecía en el suelo en donde se había arrodillado para declararle amor, abatido y humillado mientras ella disfrutaba del placer de la posesión a la que tanto había anhelado. Disfrutaba de la humillación y de la vergüenza que le imponía a Esteban.
— ¿Mi marido tiene interés en conocer las razones por las que te compré preferentemente a cualquier otro? ¿Quieres saber qué es lo que envuelve y consume mi alma hace dos años?
Él no le contestó y ella siguió dándole una orden.
— Levántate, siéntate en esta silla y no me interrumpas que te contare todas mis razones.
Esteban se levantó derrotado. Sentió algo que jamás había experimentado en la vida: como sabía amarga la humillación. Él podía ver en los ojos de María toda la altivez y soberbia que la caracterizaban ahora que era la Doña. De pronto, se puso a pensar en todo lo que debió haber significado para María y por eso ahora ella quería devolverle el ultraje que él le había hecho.
La duda que tuvo la noche anterior era más que real: María había sido mortalmente herida por su agravio de abandonarla tras haberle hecho promesas de amor, de matrimonio y de haberle arrebatado el honor. Sin embargo, se sentía herido en su más íntimo orgullo. Ella no lo tenía derecho a humillarlo a esa manera.
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El marido que me compré
RomanceMaría fue traicionada y abandonada por Esteban en 1868. Dos años después, una inesperada herencia le da la oportunidad de vengarse de su antiguo amor. Obligado a casarse con ella para satisfacer el capricho de su venganza, Esteban tendrá dos opcione...