Capítulo 33 Voy A Estar Bien

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- ¿Seguro que estás bien, hija? -preguntó Judith después de besar la cabeza de Aitana, que se aferraba con ganas al cuello de su abuela.

La Chica de los Ojos Verdes tragó saliva.

- Sí -mintió Andrea, sintiendo que las palabras se convertían en metal fundido en su garganta.

Su madre la miró con el ceño fruncido. Diez pasos atrás, Joaquín y Mateo chutaban una pelota de goma ante los ojos de un malhumorado Josh que no conseguía moverse lo suficientemente rápido como para llegar a atraparla sin que su abuelo y su tío se la arrebatasen de las manos. Agarró su preciosa camiseta con piñas estampadas y la estrujó, enfadado.

- No te cabrees, enano -dijo Mateo cogiendo a su sobrino en brazos y dejándole la pelota, dejando que su padre se acercase a Andrea y Judith.

- Lo que ha pasado con Javier -comenzó el padre de Andrea.

- Javier y yo hemos decidido darnos un tiempo -aclaró la susodicha tensando la mandíbula–. No es nada que no se vaya a solucionar. Es solo que ambos necesitábamos un respiro.

- Pero, ¿qué ha pasado? -preguntó la madre de la Chica de los Ojos Verdes–. Si es por los niños...

- No, por supuesto que no. Javier quiere a los niños con su vida. Simplemente tiene problemas personales y está agobiado. Necesita desconectar de todo y se ha tomado un tiempo para él.

- Por muchos problemas que tenga, la familia es algo de lo que no se puede prescindir -dijo Joaquín tomando a Aitana de los brazos de su mujer. La niña enseguida sonrió y comenzó a acariciar las mejillas de su abuelo–. Y tú lo sabes.

Judith miró a su hija y la desconfianza comenzó a comérsela por los cuatro costados.

- Además, no me gusta que estés tu sola en esta casa tan grande con los niños, Andrea. Es demasiado trabajo. Si quieres yo puedo venirme a vivir contigo. Solo temporalmente, hasta que las cosas con Javier se solucionen, hija.

La Chica de los Ojos Verdes comenzó a notar el temblor en sus manos. No. Su madre viviendo en su casa no era más que otro motivo por el que preocuparse. Ella tenía que estar sola, aislada. Cualquier otra cosa sería poner en riesgo a las personas que amaba.

- Tranquila, mamá. No te preocupes. Voy a estar bien.

En cuanto dijo las últimas cuatro palabras supo que la mentira amenazaba con ahogarla. ¿Estar bien? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había dejado de estarlo, de sentirse segura, de estar protegida? No conseguía recordarlo. Iba a estar bien, sí, a pesar de que le habían fallado y de que se había fallado a sí misma. Estaría bien a pesar de que, desde la primera llamada de aquella siniestra voz, los días se le antojaban eternos. Estaría bien, aunque llevaba tiempo sin dejar de tropezar de manera constante. ¿Estaría bien? Sí. Aprendería de las caídas, de todas y cada una de ellas y se levantaría después. Y seguiría, porque siempre lo había hecho.

Andrea se mordió el carrillo izquierdo y trató de convencerse a sí misma de que sería feliz porque merecía serlo. Alcanzaría todos y cada uno de esos sueños en los que siempre había creído, los que había compartido con Josh y con Javier. Lo haría, sí, porque confiaba en que había trabajado durante toda su vida con amor para alcanzarlos. Ella merecía estar bien. Iba a estarlo. No sabía exactamente cómo, pero estaba realmente segura de que no se permitiría derrumbarse porque era fuerte. Ella sola hallaría la salida sin involucrar a nadie más. Volvería a su vida, volvería a sonreír y a disfrutar con su familia, con sus amigos, con Josh y Aitana, con Javier.

Confiaba en que sus planes saldrían bien poco a poco. El camino no estaba resultando fácil y ella no era feliz, pero encontraría la manera. Pronto vería resultados o se esforzaría el doble para verlos. Todas esas personas que dolían sanarían con el tiempo o, de lo contrario, ella tomaría la puerta, buscaría la salida hacia otro lugar, uno donde consiguiera la paz emocional que tanto necesitaba.

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