Capítulo 36 Terror

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Las luces azules y rojas de las sirenas de la policía se reflejaron en su rostro y la Chica de los Ojos Verdes, durante unos interminables segundos, fue incapaz de moverse. Sus dedos se aferraban con fuerza al volante de su Hyundai blanco y un sudor frío nació en su nuca, perlando cada poro de piel en su espalda.

La policía. Su casa acordonada. Había pasado algo malo. La voz lo había prometido. Ese loco se había vengado de ella. De pronto pensó en lo que más le importaba, en lo que había olvidado durante aquel fugaz instante de felicidad que había compartido con Javier.

Los niños. Josh y Aitana. Saltó del coche sin importarle si lo dejaba abierto o cerrado o si estaba mal estacionado en medio de la calle. Se lanzó a la carrera hasta llegar al grueso cordón policial. Había algunos curiosos agolpados, tratando de saber qué había pasado y, ante ellos, un robusto policía con cara de pocos amigos les prohibía el paso.

- Ya les he dicho que no puedo darles información. Lo siento.

Cuando Andrea se lanzó por encima del cordón policial, el agente colocó una de sus gruesas manos en el hombro de la chica.

- ¿Quién se cree usted que es para pasar?

- Soy la dueña de la casa. Mis hijos están dentro.

- Mire, señorita, no me venga con...

- ¡Andrea! -gritó la voz de su madre desde la entrada de la casa.

Al escuchar a Judith, el agente se hizo a un lado y Andrea corrió como alma que lleva el diablo hasta su madre.

- ¡Mamá! ¡Mamá, qué pasa? ¿Dónde están los niños?

- Andrea, hija...

- ¿Qué, mamá? ¿Qué pasa? ¿Dónde están mis hijos? -gritó la Chica de los Ojos Verdes dirigiéndose al interior de su casa.

Lo primero que le sorprendió fue darse cuenta de que todo parecía estar en orden, a pesar de la gran cantidad de agentes de policía que se movían por la entrada de la casa. La Chica de los Ojos Verdes llegó hasta el comedor, donde tres policías, dos de ellos de paisano, hablaban con Sergio. A Andrea no le dio tiempo a preguntar qué estaba pasando cuando su padre bajó las escaleras con Aitana en los brazos. El alivio embargó a Andrea cuando vio a su pequeña, que le tendía los brazos. Enseguida salvó la distancia que las separaba y cogió a la niña.

- Cariño -sollozó, más relajada–. ¿Dónde está Josh? ¿Está dormido, papá? ¿Qué es lo que ha pasado?

- Andrea, hija...

- ¡Andrea! -dijo Sergio, con los ojos visiblemente acuosos.

- Sergio, ¿qué pasa? ¿Dónde está Alma?

- Andrea yo... no sé qué es lo que ha pasado -dijo él fuera de sí.

- ¿Sergio? -dijo ella frunciendo el ceño.

Al chico le temblaban las manos y estaba pálido y la Chica de los Ojos Verdes comenzó a impacientarse.

- Sergio, ¿dónde está Alma?

- Andrea, íbamos a salir a pasear con los niños. Alma salió primero, con Josh y yo me entretuve preparando a Aitana. Salimos y, cuando estábamos a unos diez metros de la casa, nos dimos cuenta de que habíamos olvidado la bolsa con los biberones. Le dije a Al que no se preocupara, que yo volvía a por ella. Me llevé a Aitana. No tardamos más de tres minutos. Entonces escuché a Alma gritar. Volvimos corriendo, pero ya no estaban. Ni ella ni Josh. No pude ver nada, pero escuché el ruido de un coche en la lejanía. No sé, Andrea, no sé qué ha pasado -dijo el chico. Y entonces se rompió.

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