Capítulo 20 Compasión

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Josh y Aitana eran dos bebés preciosos que habían robado el corazón de todo el mundo desde el mismo momento en el que habían venido al mundo. Habían ido creciendo sanos y fuertes y, aunque no había sido fácil llevar una vida normal después de que dos bebés llegasen, la Chica de los Ojos Verdes no se arrepentía ni por un momento de haberse convertido en madre. Los niños se habían convertido en el pilar fundamental de su vida, pero, además, también habían enamorado al hombre que se había convertido en su padre.

Javier los adoraba. Cada mañana, antes de salir a trabajar, se detenía durante minutos a verlos dormir y sonreía. Eran hijos de Josh Hyde pero también eran hijos suyos y los quería tanto como a la propia Chica de los Ojos Verdes.

Allí, en la habitación donde los dos lactantes de ocho meses dormían, se lo encontró Andrea aquella mañana. Vestía uno de aquellos trajes de chaqueta de corte sastre que le sentaban tan bien y que hacía que a medio mundo se le cortase la respiración cuando él pasaba. Andrea entró descalza y lo abrazó por detrás. Javier sonrió al ver que el anillo con el que le había pedido matrimonio de una manera tan accidentada lucía en su dedo anular, junto al anillo con el que años atrás, Josh Hyde había hecho lo mismo.

- No me has contado nada del viaje de ayer –dijo Andrea susurrando.

Javier entrelazó sus dedos con los de ella y la arrastró fuera de la habitación para no despertar a los niños. Cerraron la puerta con cuidado y él la besó en los labios.

- Estoy más cerca que nunca de descubrir quién me tendió esa trampa, Andrea.

- ¿Ese hombre te dijo algo interesante?

- Me dijo que mi padre..., bueno, que Juan Dorner tiene acceso a las cuentas de la empresa y que él no tiene que presentar cuentas a nadie de los movimientos que haga.

- ¿Crees que él tuvo algo que ver?

Antes de terminar de hablar, Andrea supo que no importaba lo que creyese, sino lo que quería creer. Leyó en sus ojos que, a pesar de todo, Javier apreciaba al hombre que lo había criado, quizás incluso lo quisiera a pesar de que sabía bien el monstruo que podía llegar a ser. Y en el fondo, no quería creer que él hubiera tenido nada que ver. Sintió en ese momento cierta compasión por el hombre al que amaba en ese sentido. Javier tenía un buen corazón, capaz de perdonar incluso a Juan Dorner por no haberlo querido. Sabía que la pena lo había acompañado durante toda su vida y se sintió de pronto igual. Sintió ternura y se identificó con los males de Javier. Si de ella dependía, aquel hombre no volvería a sufrir nunca más. Lo amaba demasiado como para permitir si quiera la idea de que algo malo pudiera pasarle.

- Es raro. Si él tenía algún tipo de relación con Claudia Brisac y la ayudó de alguna manera, podría haberle facilitado el dinero de alguna manera sin que hubiesen pruebas. Pero todo estaba preparado, había documentos con mi firma falsificada.

- Entonces tuvo que haber alguien más –conjeturó Andrea.

Él asintió.

- Alguien de la empresa, alguien que, desde dentro, pudiese orquestar algo así.

- ¿No se te ocurre nadie? ¿No has tenido ningún encuentro en estos años con algún empleado?

- He tenido muchos encontronazos con gente, pero ya sabes cómo es el ambiente en la redacción. Todo el mundo me respeta, incluso diría que algunos...

- Te temen –terminó Andrea–. Lo sé. Lo he vivido.

- ¿Me temen? –dijo él juguetón–. ¿Tú me temías?

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