Capítulo 13

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Capítulo 13.

Era una caverna fría y húmeda con constantes goteos marcando el tic toc de un reloj. Las paredes heladas mostraban surcos prueba de que fueron construidas por el agua y el tiempo. Un pequeño hilo de agua se forma en una de las esquinas donde las gotas caen, y sigue su camino hacia abajo por donde el mismo túnel sigue, descendiendo. Cualquiera se preguntaría si aquellos túneles que parecen interminables llegan al infierno.

Gerard mantiene entre sus brazos a Frank, la cabecita negra recargada sobre su pecho y sus manos sujetándose a él entre sueños. Sabe que Frank no ha dormido bien, que lleva despierto casi 20 horas que no le hacen para nada, y también está consciente de que aún no recupera la totalidad de su sangre.

Pareciera que fue hace tanto cuando Gerard bebió de él, y todavía cada que le voltea a ver no puede apartar la mirada de esa vena latiente en su cuello de la que podría leerle el pulso con tan solo afinar la nariz. El aroma a frutillas que desprende su sangre es el cielo de Gerard, y sabe que de volver a beberla el infierno valdría la pena, pero ahora ya no puede matar a Frank. Antes no lo sabía, pero ya lo ha descubierto: Desde el primer momento en que lo vio se condenó a amarlo. Y no está seguro de si eso es una condena.

Tampoco está muy seguro de lo que está haciendo. Hacia menos de una semana que había llegado de Alemania tan solo a estar en el parlamento en esa mansión escondida entre los bosques de la vieja Francia, y había caído en los ojos y el color rojo de un ser humano del cual no tenía ni permiso ni derecho de beber, y peor aún: Ese humano es un marcado. Y ahora se encuentra huyendo como si una mísera parte de él creyera que eso puede ser posible, porque él sabe que no, que no importa cuánto corra o qué tan lejos huya, nunca sus pies dejarán de tocar la tierra y por más que lo intenten, Frank nunca dejará de estar marcado. Y el infierno no tardará en reclamarlos.

El segundo humano no le interesa en absoluto, pero sí le importa Pete. Pete Wentz es su mejor amigo, con el cual pasó 148 años de su eternidad en el mundo y los últimos de estos en Munich, acechando los campos de concentración vestidos en soldados nazis, bebiendo de la sangre de los desnutridos, y al término de la guerra y con la muerte de Hitler, bebiendo de los cadáveres pudriéndose contra el sol. Pete y él habían estado alegres de poder haber vuelto al escenario, tan solo pocos días faltaban para que pudieran beber como habían deseado toda una década, y habían caído. Habían pecado. Él con Frank, y Pete con esa otra criatura. No importaba que fuera a pasar, él no se iría sin su mejor amigo, así tuvieran que cargar con el otro humano con ellos.

Frank duerme tranquilo recostado en su regazo y pecho, su respiración tranquila como si nada le atormentara en sueños, su cuerpo cálido en contraste con el cuerpo a temperatura ambiente de Gerard. Su cuello está sucio de restos de arena y sangre seca, y su aroma perfuma todo el ambiente de una forma de que no ser peligrosa por poder delatarlos, Gerard amaría.

También le deben a Patrick. El rubio tiene una coraza testaruda y terca, pero por dentro aún tiene los restos implantados del alma de un ser humano. Podrá ser un ser cruel y enfermizo como cualquier otro de su especie, pero Patrick… Patrick tiene corazón. A pesar de que se estaba condenado a sí mismo, aceptó recuperarle la sangre perdida a Frank. En otras palabras, aceptó salvar al humano y componer lo que él no rompió.

Gerard pensaba haber perdido su humanidad después de tantos siglos de presenciar guerras que deberían quedarse entre las personas que tienen el problema y no ser sufridas por quienes no tienen derecho a elegir, ha visto muertes y asesinos y ha sido un asesino diferente por cada década de sus años de vida. Ha matado y destrozado tan solo para mantener la gula eterna dormida, ha rasgado hasta arrancar corazones de los que bebe directamente la sangre, ha matado a hombres, mujeres y niños sin excepción, y es el monstruo que protagonizó las tragedias humanas como lo fueron las dos grandes guerras. Y aquí está, condenándose a sí mismo sosteniendo entre sus brazos la razón por la cual pecó como si valiera el mundo para él.

Suspira y agarra con más fuerza a Frank, una porción de su mente aun hatada a su reloj mental que sigue marcando.

Tic toc.

-¡Vamos, más de prisa! –Patrick y Pete están huyendo, sus pies rasgan el suelo cada pocas milésimas de segundos, sus cuerpos parecen volar y sus pulmones inservibles ardiendo con fuerza. Los pedazos de roca rasguñan las suelas de sus zapatos con fuerza. Pete va delante de ambos, sus agudos sentidos funcionando al 120%, sus ojos visualizando cada guijarro diez metros antes de que los pise, sus oídos escuchando hasta el más mínimo sonido, su cerebro mecanizando posibles rutas de escape. Patrick va más rezagado, su cuerpo es mucho más delgado desde la última vez que lo vio, y su cabello rubio parece más rubio y sus ojos azules lucen más hermosos que nunca. Pete se detendría a apreciar a Patrick con todo el tiempo del mundo si no estuvieran huyendo.

Minutos antes se había desatado la alarma, no era una alarma cualquiera, de hecho todo lo contrario. No hay vampiros saliendo de sus habitaciones para perseguirlos, no hay quienes les quieran tender una emboscada, ni humanos presa desangrándose del cuello para atraerlos. No había nada de eso, no había más que un rumor en el aire, un ligero vientecillo anunciando que en el castillo ya se han enterado.

Patrick sigue varios pasos detrás, Pete puede asegurar que a pesar de la esbelta figurilla Trick no está en forma. Si tuvieran tiempo se burlaría de él, pero lo único que puede hacer es regresar sobre sus pasos para tomar a Patrick de la mano y obligarlo a correr a su paso.

Los pasillos son enormes y anchos, las decoraciones en cada uno son diferentes, hay estatuas en unos y jaulas colgadas del techo de otros, y cada noche los pasillos cambian de ubicación, como un laberinto en movimiento, y solo los de su especie saben sobre su funcionamiento.

-Vamos, Patrick… -Pete corre con él, su nariz tratando de ubicar algún aroma que le indique el paradero del humano, o al menos, el de Joe.

Su corazón late con fuerza la sangre que hace años está muerta, su respiración que no necesita para existir está agitada y sus pulmones necrosados arden como el infierno.

Como el infierno.

El infierno está cada vez más cerca.

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Es corto, pero algo en mi sabe cuándo cortar un capítulo. Pero no se desesperen, estoy inspirada y seguiré escribiendo, y si tengo suerte subiré otro capítulo hoy mismo. Estoy viendo mis posibilidades y pensaba desear en esas cosas de las uvas y no sé qué(¿ de año nuevo, el terminar la mayoría de mis historias antes de Febrero. Y hoy sé que Escribo pecados, no tragedias, no terminará para Febrero… Pero Pecados, la primera parte de ésta, sí que lo hará. No faltan muchos capítulos para terminarle, no se cuántos pero nos estamos acercando al final de Pecados y el inicio de Tragedias. ¿Emocionados? Yo sí. Mucho. Espero nos leamos en un rato (:

Escribo pecados, no tragedias [Frerard] UBPLI1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora