Capítulo 11

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Las puertas del castillo están cerradas y todo está en completa oscuridad. El viento mueve las hojas de los árboles, algunas de éstas caen para quedarse en el suelo y mirar morir el otoño una vez este llegue a su fin.

El bosque es espeso y la luna lo ilumina todo por completo, la luz solar reflejándose en su pura y basta figura que ilumina el camino de los viajantes y que se cuela en las casas de los hombres que no pueden dormir, y también a ellos les ilumina como si fuese una lámpara en la mesilla de noche.

Gerard se detiene para mirar lo que se alza frente a él: El castillo. Esa enorme, lúgubre y vieja construcción que durante siglos se ha quedado escondida del ojo humano mientras se llena de polvo e historias infrahumanas. Algunos le describen como una gran mansión de dos alas y dos pisos, pero los más viejos saben que fue construido durante la edad media, por lo que un castillo es lo más apropiado.

Ese lugar le recibe con un millar de recuerdos que se creó en los pocos días en los que estuvo como invitado; Se supone que después del castigo que cumplieron en Alemania, Gerard y Pete fueron invitados a presencia el parlamento de la década, en Francia, y después de eso serían completamente libres. Pero algo se les atravesó. Mejor dicho, alguien. Y la poca consciencia humana que le quedaba a Gerard guardada en su ridículo, estropeado y putrefacto corazón, le obligó a tomar los cargos de sus pecados y afrontar sus tragedias. Quizá también fue por algunas otras cosas que se esconden del lado izquierdo del alma, y que fingen morir al renacer después de las cenizas.

Su corazón por algún motivo inexplicable intenta trabajar: Sus músculos cardiacos se contraen en una sístole y una diástole bastante errada e irracional, puesto que la sangre que tiene dentro está totalmente cuajada y descompuesta, y él está muerto. Tal acción no es más que un vestigio de lo que alguna vez fue una reacción a la emoción, a la ansiedad, al miedo. Gerard ni nadie podría explicarlo o lo intentaría siquiera.

Ray le palmea el hombro y le insiste en seguir caminando, si estuviesen en otras situaciones y en otros acontecimientos fácilmente podrían haber llamado en el viento a por una brugger, y ella podría haberlos traído con la única cuestión de mover un dedo y tocarles; pero no pueden delatar que están en camino, por más que sean conscientes que lo más probable es que ellos ya lo sepan.

Gerard se obliga a seguir avanzando mientras intenta encontrar en el aire algún rastro que le dé la pizca de esperanza que necesita para seguir adelante, mientras que intenta negarle la entrada a todos esos pensamientos que le gritan que Frank no está aquí ni estará.

Las verjas que rodean la propiedad siempre están abiertas para entrar, pero cerradas para salir. Es casi imposible abrirlas desde dentro, y no hace más falta que empujarlas un poco por fuera para que puedas abrirte paso entre ellas. El metal chirria y las puertas se balancean por unos segundos gracias a la fuerza ejercida y al viento, el cual de repente aumenta, y los silbidos que trae cargando son como un soplido fantasmagórico susurrándose directamente al oído.

El jardín es tan diferente de noche a lo que es de día, que de un humano verlo, éste perdería su cordura; Los pastos están secos como si hubiesen sido incendiados, no hay flores y las hierbas que crecen son hiedras y plagas. Las matas de calabazas, zanahorias y papas que están enterradas bajo tierra apestan a cadáver, y lo más impresionante de ver es cómo los árboles que de día son verdes, exuberantes y frondosos, de noche son simples troncos marchitos, con ramas tan delgadas y sin ninguna hoja, y de al menos de una de las ramas cuelgan cadenas y o cuerdas con un nudo corredizo listo para ahorcar.

También en la oscuridad se escuchan gruñidos de perros, y si agudizas muy bien los sentidos podrás oler el hedor a cadaverina a cientos de metros, y podrás ver esos brillantes ojos rojos observándote como si pudieran atravesarte el alma. Se escuchan las cadenas que mantienen atados a los hellhounds, y Ray gruñe por que sabe que eso es mala señal: Las bestias deberían estar sueltas para desmembrar a cualquier intruso, y el que estén encadenadas más bien les deja un amargo sabor de boca por que ahora es completamente seguro asegurar que los habitantes del castillo esperan a alguien.

Escribo pecados, no tragedias [Frerard] UBPLI1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora