Capítulo 12

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El chico sonríe de vuelta, sus piezas dentales totalmente blancas y sus labios terriblemente rojos. Ray le mira durante un segundo más sin bajar la guardia.

-Me alegra ver que estas bien. –Dice Gerard mientras le pone una mano sobre el hombro y aprieta con cuidado, el más chico vuelve a embozar una sonrisa que se borra de su rostro a los pocos segundos.

-Lo mismo digo, Gerard, pero justo ahora no tenemos tiempo para hablar de eso. El parlamento está aquí.

Ray observa con bastante cuidado cada detalle del nuevo vampiro que se les ha unido: Tiene las ropas hechas girones y la piel blanca está cubierta en restos de carbón, hay sangre en los vestigios de lo que alguna vez fue su camisa, pero sobre todo sus ojos caen sobre las marcas que tiene en el cuello y el aroma dulzón que desprende de él.

El chico advierte la atenta mirada de Toro y se gira a encararlo, hay hielo inquebrantable dentro de ese par de orbes azules que no le dan buena espina -¿Quién es él?

Gerard suelta al más chico y se gira hacia su otro amigo, su sonrisa borrándosele un poco al ver la expresión en su rostro.

-Perdona, que descortés de mi parte... Mi nombre es Patrick.

El susodicho extiende una mano totalmente fina y blanca, con las garras un poco sucias y gastadas. Ray duda por un segundo, pero después de obtener una mirada de Gerard, toma la mano apenas lo suficiente para no ser descortés. El rubio junta los labios y se disculpa, volviendo a encarase a Gerard.

-¿Parlamento? ¿Están todos aquí? –La vos del pelirrojo suena apresurada, y se tiene que morder el labio para resistirse la urgencia de correr en busca de Frank. Ya que el parlamento significa que hay predestinados por convertir, o marcados por matar.

El rubio pasa su lengua contorneando sus labios, como saboreándolos. –Todas las cillas están ocupadas, excepto dos.

El cuerpo de Gerard se pone rígido y la sonrisa se le borra. Hay una pregunta muda en la comisura de su boca que no logra articular, pero que Patrick puede leer y a la cual responde con una mirada triste y una negación.

-Me temo que no sé nada de él...

Algo en Gerard termina por dolerle más si es que eso es realmente posible, algo completamente diferente a lo que siente al pensar que puede llegar demasiado tarde y perder a Frank, un miedo aterrador, algo tan enterrado a su pecho que tendrían que extirparle el alma para sacarlo de ahí: Y eso es el sentimiento que le une a Pete Wentz.

Quizá Pete y él no se conocieron en las mejores circunstancias y su amistad no nació del fruto que se siembra un día y se recoge al siguiente, es importante aclarar que ambos fueron tan iguales en ciertas cosas que los hacían odiarse, pero tan diferentes en otras más que les hacían unirse. Los mejores amigos, quizá más que eso. Pete Wentz es incluso más que un hermano para Gerard.

Patrick agacha la cabeza y se muerde las mejillas por dentro, sus ojos escondidos detrás de algunos rubios mechones de pelo que le cubren de que sea visto en la debilidad. Pero Gerard lo sabe: también le duele que no esté Pete, que quizá no esté en ningún lado y que nunca vuelva a estar, que ni siquiera vuelva a ser un algo, que su alma para este entonces esté tan condenada al olvido, en la que su existencia ni siquiera pueda conservarse como un recuerdo.

El pelirrojo le palmea el hombro y Patrick alza la mirada para regalarle una sonrisa triste, llena de pasados y recuerdos que no importan ya.

-Sé que está bien, Pat, Pete siempre ha sabido zafarse de todas en las que se mete.

Patrick esconde una sonrisa tímida mientras asiente, sus mejillas con un toque ligero en color. –Quizá de todas, pero nunca de mí.

Y Gerard lo sabe, lo entiende, y ¡Demonios! También lo siente; sabe lo mucho que ambos chicos tuvieron que pasar para intentar ser libres, para poder amarse sin un ojo espiando en cada esquina y una cuerda y un azote en cada mano, entiende que lo que ambos tuvieron es mucho más de lo que se puede contar en una vida, por que incluso tuvieron que morir para seguir escribiendo su historia, y puede sentir perfectamente cómo es que el corazón de Patrick, aquel niño que se esconde tras la excusa de ser un vampiro, sigue latiendo malditamente enamorado de un hombre que en definitiva no nació para amar. Puede sentir que Pete Wentz sigue enterrado en su pecho por más que pasen los siglos y por más heridas que éstos le dejen; Patrick seguirá enamorado de él hasta el resto de sus días.

Escribo pecados, no tragedias [Frerard] UBPLI1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora