Capítulo 14

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Capítulo 14.

El ligero sonido de antes se convierte en un zumbido casi sordo, pero que está ahí. Como si hubiera cuerdas de harpa en el aire rasgándose furiosas creando música de alarma, anunciando que las cadenas estarán listas y esperándolos donde la tierra termina.

Pete acelera el paso hasta casi arrastrar a Patrick, sus uñas clavándose en la piel ajena dejando moradas huellas donde sus dedos se hundieron. El corazón de Patrick también está desembocado, se quiere halar del cabello y cerrar los ojos para fingir que nada de esto está pasando, que esos dos nunca llegaron y con ellos nunca vinieron los problemas, que Pete sigue en Munich alimentándose de sangre seca en la pared, que lo extraña pero que sabe que no volverá a él. Pero es mentira, el pelinegro lo sigue jalando tratando de sacarlos a ambos de ahí y el corazón de Patrick está en un remolino de deseos como hace una eternidad no lo han estado.

Un vampiro no nace siendo uno, y tampoco un humano nace enamorado de otro.

Pete y Patrick nacieron hace apenas unos siglos atrás, el hijo de una criada y un bastardo de un matrimonio consumado a la fuerza es lo que fueron. Ambos nacidos en Francia, ambos hijos de franceses.

Pete nació un año antes, su madre dio a luz en un cuarto de baño que antes estaba limpiando, y su padre nunca dio la cara otra vez. La mujer que le dio a luz fue descendencia de esclavos negros, se rumoró que el padre había sido un joven estudiante de sacerdote, se rumoró que su madre le sedujo al pecado. Se rumoraron tantas cosas y con ellas creció Peter, bastardo sin padre.

Un año después nacieron los mellizos Stump, dos bebés de rubios cabellos y angelical piel lechosa. Una niña y un niño de alta casta, hijos de dos familias distintas que tuvieron que unirse para no provocar los mismos rumores bajo sus casas. Patrick y Francinne, un niño que pronto se convertiría en muchacho dejando los pantalones de pana y zapatos de charol por trajes confeccionados, y una niña que se convertiría en jovencita con el tiempo.

Frannie y Pat crecieron rodeados de personas que cuidaran de ellos, que les cambiaran las ropas todos los días y les llevaran el desayuno, la comida y la cena a sus camas. Personas siempre dispuestas a cumplir sus dedeos. Lo que ellos no tuvieron fue una familia, su madre estaba más preocupada por viajar por el mundo y siempre estar perfectamente maquillada y con el corsé perfectamente ajustado, y su padre tenía suficiente manteniendo sus infidelidades bajo llave.

Y fue cosa del destino, del diablo o del dios que muchos aseguran que existen, cuando Pete Wentz llegó a la casa como ayudante en los establos del cochero.

Pete nunca tuvo más para comer de lo que sus manos soportaran desgarrarse en el trabajo, pero llegó a la casa en las mejores ropas que un criado pudiera comprar, y los músculos de su cuerpo se marcaban en el contorno de la tela pegada de su camisa. Pete venía de un pueblo en Limousin y había llegado a la capital en busca del empleo que tanto necesitaba. Y ahí, mientras cargaba sus maletas para llevarlas a la que sería su nueva habitación, fue cuando conoció a Patrick.

A partir de entonces esa habitación se convirtió en el lugar donde se reunirían cada noche, donde compartirían besos cubiertos en miedos y deseos, y donde sus cuerpos se fundirían en uno solo todas las noches del resto de sus vidas, hasta que las mañanas llegaran y con ellas Patrick tuviera que dejar la habitación y volver a sentarse en una silla con la espalda recta, vistiendo zapatos negros y trajes de frac hechos por un viejo y ricachón sastre. Y todas las noches se amaban y todos los días tan solo se dedicaban miradas fugitivas. Si Patrick tenía que salir sería Pete quien alistaría los caballos, si Patrick quería montar sería Pete quien le enseñaría. Y por lo que pareció ser una vida fueron felices amándose el uno al otro en secreto, compartiendo sonrisas y miradas furtivas. Lo fueron, hasta que una noche Francinne los descubrió.

Dijeron que Dios nunca se equivoca, pero también dijeron que un hombre que ame a otro hombre es un error.

La chiquilla gritó y acusó a su hermano de estar poseído por el diablo. Gritó tanto y tan fuerte que todo el personal de la casa despertó y fue a ver lo que ocurría, y encontraron a ambos chicos desnudos en una misma cama.

Su madre gritó y cayó en un desmayo del que jamás despertó, donde jamás volvería a usar un perfecto maquillaje y donde nunca más le ajustarían el corsé al salir de viaje. Porque no volvería. Su padre apretó muy bien los labios y le señaló con el dedo, y Patrick fue arrancado del lado de su amado por fuertes brazos que no lo soltaron incluso cuando éste pataleo y los arañó.

Al día siguiente Patrick se encontró encerrado en su habitación, con las ventanas y las cortinas cerradas y un nudo en el pecho, y a pesar de los cristales y las paredes de concreto, un aroma a quemado subió hasta su cuarto a hacerle compañía. Y lloró.

Lloró porque ahora Pete no sería más que cenizas, y porque él pensó como fiel creyente en Dios, que Pete nunca alcanzaría el cielo… Y Pete lo merecía, Pete merecía convertirse en un ángel.

Lo que Patrick no sabía y no supo hasta después de colgarse a sí mismo con las cortinas de esa fría habitación, fue que el cielo jamás recibiría a dos predestinados, y lo que a ambos les esperaba era mucho peor que ser ángeles.

Pat no se da cuenta de en qué momento es que Pete se sale del camino y jala una puerta para abrirla y sin ver empujarlos dentro. La habitación está oscura y apesta a polvo, y por alguna razón el aire también huele profundamente a miedo. Un miedo tan palpable y real que hasta Pete, que es la mayor parte del tiempo insensible con los humanos, puede sentirlo.

Se escucha un llanto ligero al final de la habitación, y una fuerte mano se posa en la espalda del moreno mucho antes de que sus ojos sin vida se adapten a la oscuridad.

Pete da un salto y le clava las uñas a Patrick, el rubio se libera del fuerte agarre del mayor y sus ojos azules ya divisan entre las tinieblas la barba y el cabello rizado de Joe.

-Shh, no vayas a gritar, princesita… -Joe le tapa la boca a Pete y le habla en vos baja. Patrick de inmediato se pone a observar cada detalle en la habitación, hasta que sus ojos se posan sobre un bulto temblando a un lado de la cama.

-Lo encontraste… -susurra tan bajo, pero tan audible para Pete.

El moreno voltea hacia donde mira Patrick y siente algo raro en su pecho retorcerse cuando sus ojos advierten al humano por el cual obró un pecado, sufriendo de miedo, miedo real.

Un verdadero miedo tan palpable que es ahora Brendon quien se lo implanta a Pete.

Tic toc

Y el reloj sigue sonando.

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Como les dije en el capítulo anterior que subí hace unas dos horas(¿ aquí está el capítulo 14. No sé cuántos más faltan para terminar Pecados, pero no son muchos, así que espero terminar en estos días. Quiero que me digan ¿Se habían dado cuenta de Pete y Patrick antes? Había dejado muchas pistas y señales de que habían sido pareja antes, y lo que rebelé hoy no es más que una probada de la historia de Peterick ¿suena bien? Si las cosas siguen igual de bien que como van ahora, quizá le escriba como la continuación a Escribo pecados, no tragedias cuando esto termine.

Sin más, no creo mañana escribir, pero hoy les deje 3 capítulos divididos en 2 de mis historias para que terminemos bien el año. Ojalá hayan cumplido sus propósitos para el 2014, y si no, pues que lastima bienvenidos al club pueden sentarse a mi lado y ponerse un barquito de papel en la cabeza como gorrito. De nada.

Escribo pecados, no tragedias [Frerard] UBPLI1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora