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—¿DONDE ESTA GERION Y PORQUE TARDA TANTO?
Nico se encogió de hombros mientras miraba alrededor.
Habían llegado a una granja por medio del laberintos, ambos guiados por el espíritu de Minos que conocía perfectamente el lugar.
Nico quería revivir a Bianca pero sabía que para hacer eso, tenía que conseguir un alma que ya burló a la muerte. No le dijo nada a Cora pero la chica sospechaba de las intenciones del italiano.
Desesperados, ambos cruzaron el porche por las puertas acristaladas.
—Gerión, no voy a esperar...—empezó Nico y luego se paró en seco, ocasionando que Cora choque con su espalda.
Si, Cora era una enana.
1.55 centímetros era lo más alto que pudo llegar en catorce, casi quince años.
La vida la amaba.
En un rápido movimiento, desenvainó su espada. La hoja era corta, afilada y negra como la noche.
Cora se alarmó y miró sobre el hombro de Nico.
« Puta madre March»
—Guarde eso, señor Di Angelo. No voy a permitir que mis invitados se maten unos a otros.
—Pero ellos son...
—Percy Jackson —se adelantó Gerión—, Annabeth Chase y un par de monstruos amigos. Sí, ya lo sé.
Nico intentó cubrir con su cuerpo a Cora, retrocedió unos pasos para que la chica se escondiera más.
Pero no hablaremos de lo humillante que es que un niño de once años sea más alto que tú.
Genes de italiano.
Incluso Bianca casi la rebasaba, a pesar de que Cora era unos meses mayor.
—¿Monstruos amigos? —exclamó una cabra mutante.
—Ese hombre lleva tres camisas —dijo Tyson, como si acabara de darse cuenta.
Cora sonrió al oír la voz de Tyson, lo consideraba la persona (o cíclope) más agradable que conoció en toda su vida. Pero cometió el error de mostrarse a sí misma.
Percy y Annabeth se le quedaron viendo sorprendidos porque estaba en compañía de él.
Durante el sueño de Percy, Nico nunca daba indicios de estar con alguien más que su fantasma.
—¡Azul—exclamó Tyson mientras agitaba su mano en dirección a Cora.
Ella solo sonrió y agitó su mano en el aire.
—¡Dejaron morir a mi hermana! —A Nico le temblaba la voz de rabia—. ¡Han venido a matarme!
Quitó la vista del par para centrarla en su compañía, que apretaba fuertemente los dientes de leche y los observaba con una mirada que podía espantar a cualquiera. Menos a ellos.
