Prólogo

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CINCO MESES ATRÁS

La lluvia caía a cantaros golpeando el vidrio de un auto en el que dos jóvenes se dirigían hacia el encuentro con un viejo amigo al que le pedirían ayuda.

Aparcan el auto frente a una gran casa. Al bajar se dirigen hacia la puerta.

Dentro de la casa:

- ¿Qué hacen aquí? -pregunto el chico levantándose de su sitio dejando lucir su altura y su esbelto cuerpo.

-Necesitamos tu ayuda -dijo la chica desesperadamente-. Estoy embarazada y necesito que me escondas, si mis padres se enteran, con lo estrictos que son, probablemente me mandarían a un instituto pupilo. -finalizo la joven aclarando su situación. El chico se quedó pensativo durante un momento sin ninguna expresión en su rostro.

- ¿Y qué tengo que ver yo con esto? -Dijo el chico-. Si te quedaste embarazada no es asunto mío, ni tampoco mi problema.

- Si es tu problema -el joven con cara de asombro y confusión pregunto:

- ¿Cómo que mi problema?

- Es tu hijo. ¿O te olvidaste de lo que paso aquella noche? ¿Crees que yo sola quede embarazada, idiota? -la chica asustada y ansiosa recorre la habitación de un lado a otro.

- ¿Y qué puedo hacer yo? -pregunto él desesperado.

- Necesito que me ocultes por un tiempo hasta que nazca él bebe.

- ¿Y luego qué? Lo tendré que... mantener, criar -hablaba como si tratará de asimilar cada palabra-. Yo... Yo no estoy preparado para esto.

- Mi amigo nos va ayudar, pero el problema son mis padres.

Luego de unos minutos de silencio el chico cayó en cuenta de que sería padre de un bebé, de la enorme responsabilidad que eso conlleva.

"Sangre de mi sangre y, probablemente, si es verdad que es mi hijo, tendría las mismas... ¿condiciones? que yo y no puede estar lejos de mí, a pesar de que no haya nacido él es como yo y no puede nacer alejado de sus raíces, cuando crezca y se dé cuenta de lo que en verdad es, todo se ira a la mierda y nuestro secreto será revelado".

Esas fueron las palabras que cruzaron por la mente de aquel chico. Después de unos minutos él dijo:

- Tengo una idea... pero tienen que hacer todo lo que yo les diga -dirigió su mirada hasta el joven que estaba apoyado sobre el marco de la puerta, que desde el principio sabía que iba a ser para problemas, desde el momento en el que lo vio sabia a lo que pertenecía y no le gustaba ni un pelo-, no le pueden decir a nadie más, solo nosotros tres. ¿De acuerdo?

-Bien -respondieron ambos al mismo tiempo y con la misma duda sobre lo que ocurriría después de esa noche.

Mientras el crimen sucedeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora