Capítulo 32

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El trayecto de vuelta a casa se pasó rápido con un poco de música. Cuando llegue a mi destino Isaac estaba por tocar la puerta. Baje del auto y me acerque a él.

—Justo a tiempo —le dije y se sobresaltó ya que no me vio venir.

—Oye, ¿dónde estabas? —pregunto para luego saludarme con un corto abrazo.

—En una agencia de autos —abrí la puerta y lo mire —. No creerás lo que pasó.

—Sorpréndeme —sonrió.

Luego de contarle el accidente de mi auto, preparar café y hablar de otras cosas empezamos con el libro.

—Bien —empezó Isaac—. El título es "Stella, singularitate", quiere decir algo como "la singularidad de una estrella" —dijo y me miro, volvió su vista a el libro y se quedó callado unos segundos—. Por lo que veo, esto es una especie de... historia o anécdota... no sé cómo explicártelo —dijo—. Creo que todo el libro cuenta pequeños fragmentos de una gran historia y todos se conectan, ¿me entiendes? —ladeo la cabeza y asentí.

—Sí, claro. Seria... ¿una especie de biblia?—dije.

—Puede ser —asintió—. No creo que esto cuente la historia de algo real, quiero decir... escucha esto —comenzó a leer nuevamente—: En un reino oculto bajo una gran masa color azul, conocido por el hogar de los Acuos, cada ser de esta raza, llega al mundo junto a una resplandeciente estrella, dicha estrella cae del cielo hasta llegar junto a las demás, donde se quedara iluminando junto a todas, pero, en algún momento, la estrella se apaga, indicando la muerte de aquel ser, de aquel Acuo. Cuentan las viejas voces de aquel reino, que llegaría el día en que un pequeño ser de su especie nacería, y una gran estrella caería del cielo, mucho más resplandeciente que las demás. Esta estrella no sería como las otras. Esta estrella seria singular.

— ¿Con gran maza azul se refiere al cielo? —pregunte.

—No creo. Dice que cae del cielo... así que no —respondió.

— ¿Y que puede ser?

—El mar —dijo pero no parecía una afirmación.

—Oh, claro, el título del libro es "historias del mar" —recordé.

—Exacto —dijo y rio—. Bien, sigamos —volvió a analizar la hoja toda amarillenta y hablo—: Entre el caos y la guerra, una sabía dijo, que un día nacería una estrella tan brillante y grande, que iluminaria todo el mar, las impurezas y los males se ocultarían ante su presencia. Todos preguntaban quién sería ese ser, pero la gran bruja solo se limitó a responder, que aquel bebe seria el heredero al trono que los hermanos, Edwin y Sebastián, dividieron. El ser perteneciente a esta estrella, estaba destinado a reinar y volver crear la paz y la unión entre las dos razas. Tiempo después, más precisamente el diecinueve de febrero a medianoche, una estrella cayó, todos la veían caer como a las demás, pero esta era diferente, brillaba como un sol, tal y como lo predijo aquella bruja. La estrella ilumino todo el mar. Los Acuos pensaron que esa estrella era la de la profecía, entonces, para confirmarlo, la buscaron en aquel lugar donde todas las estrellas yacían, pero nunca la encontraron —finalizo Isaac, no lo interrumpí ni un momento, no quería parar de escuchar aquella historia. Ahora, millones de preguntas aparecieron en mi cabeza.

— ¿A qué se refiere con razas? Y con seres, quiere decir... —Isaac me interrumpió.

—Lía, tranquila, no te maquines tanto la cabeza, es solo un cuento —dijo mientras le daba un último trago a su café.

—Bien... ¿puedes leerme más? —pedí intrigada.

—Claro —dijo—, dime un número.

—Mmmh... pues, veinte, es la fecha de mi cumpleaños —dije y vi como el buscaba entre las páginas y paro en la numero veinte. La página tenía una rosa dibujada junto a un texto inentendible para mí.

Mientras el crimen sucedeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora