Alison.
Algunas personas sabían que estaba mal, pero no creían que fuera tanto. Cuando el hombre de ojos marrones llegó a mí bajó mi guardia. La fachada de la mujer fuerte cayó esa noche en aquel cuarto. Nadie sabía lo mucho que dolía y esa noche lloré hasta que ni una lagrima más pudo salir de mí en ese momento. Había estado conteniendo las lágrimas por tanto tiempo que cuando estalle no pude contenerlas y simplemente tuve que dejarlas salir.
Esa noche regresé a casa con mi compañero. No tenía ánimos de hablar así que le dediqué una sonrisa y pasé directo a la habitación. Quería quedarme dormida inmediatamente pues me sentía cansada. No pude conciliar el sueño y supe que mi cansancio no era físico.
Tenía el alma cansada y el corazón destrozado. Fue por ello que las noches se me hacían más largas y los días más pesados e interminables. No quedaban las ganas de ser feliz ni de continuar.
Muchos dirán: "¿tanto desastre por una perdida? acostúmbrate, las personas vienen y van". Cada persona vive el duelo a su manera, unos estallan en un principio y van aceptando lo inevitable de la vida, la muerte. Otros, como yo, viven en la negación por un largo tiempo y esa, es la peor forma.
En todos estos meses nunca lo había llorado. No quería verme débil ante otros. No quería la lastima ni la pena. No quería aceptar que nunca más lo volvería a ver. Así me mantuve por varios meses, con la pena en el corazón mientras día a día me dejaba hundir por el dolor y la rabia.
Muchos después de la negación pasaran al enojo. Pero yo no superé una etapa y pasé a la siguiente. Continuaba negándome a que ya lo había perdido y continuaba enojada. Más que con cualquier otra persona, cosa o hecho, estaba enojada conmigo misma.
Dejé la negación a un lado y continué con en el enojo a mis espaldas, pasé por el camino del dolor y me quedé un tiempo ahí. El enojo continuó el camino del duelo llevándose un poco de dolor consigo y entonces, llegué al final de camino del duelo. La parte que todos creen que es la más fácil para mí fue la más difícil, la aceptación.
La negación trató de volver cuando vi la aceptación, pero el dolor fue tan fuerte que se lo impidió. El enojo selló el paso y se esforzó junto al dolor por acabar con todo y al fin descansar del largo camino en la aceptación.
¿Por qué la aceptación fue mi parte más difícil? Porque a mi cerebro le costó entender que no volvería a ver a la persona que vio casi todos los días por más de diez años. Porque mi corazón se entristeció al saber que no volvería a latir con tal intensidad por aquella persona. Porque mi piel se sintió abandonada al saber que aquel tacto que amaba nunca volvería a pasearse por ella. Porque lograr la aceptación es dejar a la vista el gran agujero que la persona que se marchó deja.
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Todo oscureció y la cámara de recuerdos se encendió.
Primer clip.
Era primavera, mi esposo y yo dábamos un recorrido por la ciudad después de haber celebrado nuestro noveno aniversario. El tono rosa que adornaba los árboles en gran parte de la ciudad era lo que más me gustaba ver de la temporada. Él sostenía mi mano con firmeza y sonreía cada que lo miraba. En todos estos años seguía tan enamorada de esa sonrisa como la primera vez.
Después de la caminata y de que a él se le ocurriera adquirir el plan turístico de dar un paseo por Manhattan en helicóptero. Sí, en helicóptero. Lucas Rathbone era la clase de hombre que siempre quería conseguir lo grande como broche de oro para finalizar el día en cada fecha especial. Debí suponer que siempre seria así cuando alquiló todo un planetario para los dos y pedirme que fuera su novia. Fuimos a casa y pasé directo al cuarto para ponerme ropa cómoda y así tener nuestra tradicional noche de películas o series. Cuando salí de cuarto él estaba de pie en la sala con dos copas de vino.
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La promesa de dos almas
RomanceDiez años después. Chicago y sus altos índices en criminalidad más la promesa de dos almas que juraron amarse. ¿Su relación evolucionará con el pasar de los casos o le darán paso a su amor para otra vida?